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domingo, 20 de febrero de 2011

No olvidamos a los presos políticos Mártires de la dictadura narco comunista de evo katari ayma y sus secuaces




Me cuesta sentarme en la computadora y ponerme a escribir después de haber compartido treinta minutos con Leopoldo Fernández, recluido en una pequeña celda en el penal de San Pedro.


Siento tan dentro mío el dolor de las injusticias que muchas veces estas me dejan perpleja y sin palabras, me dejan atónita, confundida, dolorida hasta los huesos y mucho más cuando veo que las víctimas son tan hidalgas, tan superiores en su conducta, que toman estos hechos degradantes como si fueran parte de la vida cotidiana, un capítulo más que les tocó vivir, sin aspavientos, con humildad, con resignación, con temple y con la entereza de los héroes de las tragedias griegas que aceptaban el destino aciago a sabiendas de que los dioses les serán propicios en la próxima vuelta de la esquina de la historia y les permitirán sacar todo su ser para que los pueblos aprendan que la justicia es divina y los principio rectores y la libertad son aspiraciones dignas a las que hay que dedicarles todos los desvelos e incluso la vida entera, porque los pueblos sobre los que ha caído el sino fatal de la injusticia se insumen, se aniquilan, se destruyen sin remedio.

Después de algunos trámites en los que se nos exigió el cumplimiento de algunas reglas para el ingreso al penal, pudimos ver a Leopoldo quien nos recibió afable. Sus palabras integras y mesuradas nos dejaron ver al hombre con gran capacidad de análisis político, pese a que apenas cabía en su pequeña celda del Penal. El corazón se conduele ante las soledades injustas que reinan ahora en la cárcel de San Pedro que alberga presos de conciencia, me decía yo mientras subíamos por una estrecha escalinata que conduce a la celda donde Leopoldo se nos apareció como un gigante que este gobierno está intentando aprisionar en una caja de fósforos. Se encontraba con una de sus hijas y un nieto pequeño que lo visitaban, sin poder aquilatar en su inocencia la circunstancia y el significado que carga en sus espaldas el hombre que es su abuelo, privado ahora de libertad y de acceso a la justicia.

La conversación fluyó amena porque Leopoldo es un hombre que tiene conceptos claros y precisos, que analiza los hechos políticos sin necesidad de hacer proselitismo, porque todos sus poros respiran política, razón por la que sus recomendaciones no se hicieron esperar pues entre todos los conceptos cabales que emitió, planteó que el Eje de Convergencia debe albergar a todos los bolivianos de buena voluntad, a todos los que esperan que nuestra patria sea reconducida a la democracia, a la vigencia del Estado de Derecho y las libertades y que esta no debe ser nunca una alianza coyuntural sino más bien una alianza que se conforme en un bloque firme y sólido para empujar el destino del país por muchos años y hacia mejores días. Esto me tocó profundamente porque es precisamente lo que me ha llevado a formar parte activa del Eje de Convergencia y porque se constituye en el factor movilizador que encarna a una verdadera revolución política y de principios, donde todos puedan participar en igualdad de condiciones, con sus diferencias, aunque iguales ante el ejercicio democrático y el cumplimiento y ajuste a las leyes que deben ser un principio rector para alejarnos de las arbitrariedades de los caudillos y los tira sacos de los caudillos.

El cambio en Bolivia viene por los bloques de unidad, por las interacciones en las que los apetitos personales deben pasar a un segundo plano y se tienen que poner en primer lugar las necesidades del país, contempladas en un proyecto de país democrático en el que se respeten a todos y cada uno de los ciudadanos y tomemos distancia de los odios raciales y de las ambiciones del poder para usufructo de unos cuantos. Aquí en Bolivia la derecha, la izquierda y el centro son una ficción, un argumento para distraernos y para vendernos gato por liebre mientras el país sigue debatiéndose en la pobreza y la concentración de la riqueza está en manos de un grupo de políticos y de empresarios que hacen negocios con los políticos que toman el poder y hacen y deshacen del erario público, situación que en la gestión de Evo morales se ha agravado hasta límites absurdos, y que ha llevado a que su gobierno atente contra nuestras instituciones, nuestras familias y nuestros derechos y libertades a fin de hacer de las suyas sin control social, jurídico ni administrativo.

Volviendo a la conversación con Leopoldo, a pocos minutos de iniciada nuestra platica, salió del pequeño baño que está incrustado en su celda, la “negrita”, como le llama cariñosamente Leopoldo a la compañera de su vida. Me llamó la atención verla tan bien arreglada, pulcra, bonita y dispuesta a seguir una jornada más al lado de su esposo. La “negrita”, nos saludó amistosamente y se desenvolvió con total naturalidad dentro de la pequeña jaulita en la que permanece recluida por voluntad propia a fin de acompañar a su esposo. Leopoldo nos comentó que ella es su compañera por 35 años y que en gran medida gracias a ella no ha perdido la fe ni ha roto con la cordura.

Más que todos los conceptos nobles que vertió Leopoldo, me empeñaré en rescatar al hombre encarcelado injustamente, al hombre que ya es un mito para los bolivianos, el mito de la reivindicación de justicia. Me atrevo a decir que “Leopoldo somos todos”, nos encarna a todos porque es también el símbolo de la cárcel que nos ha impuesto esta tiranía, de la coartación de nuestras libertades, de la represión sin límites que se está viviendo en Bolivia y que intenta profundizarse después del 6 de diciembre, en caso de que la votación de los bolivianos incautos y arrebañados se incline por Evo Morales o sus socios que forman parte de la oposición funcional que no piensa en Bolivia ni en los bolivianos sino que apunta a los negocios que Evo Morales les puede dejar en caso de que sigan siendo funcionales. Leopoldo es también el símbolo de la traición que han perpetrado aquellos que fungieron de amigos y que supuestamente encarnaban la misma causa democrática y autonomista, pero que sin ninguna vergüenza lo dejaron a merced de la tiranía pues se postraron como gallinas a buscar los granos de maíz o las migajas que el poder de Morales había decidido dejarles si guardaban sumisión y silencio.

Leopoldo es el hombre traicionado, el hombre abandonado, el hombre privado de su libertad y de sus derechos por no haberse comportado como esclavo, por no haberse dejado comprar con las monedas con las que Judas sigue traicionando y vendiendo los principios rectores.

Aunque esta no fue la primera vez que visité a Leopoldo, está vez la herida de su encarcelamiento me pareció más cruel pues ha pasado más de un año y sigue siendo objeto de la tiranía sin que las voces se alcen como deben elevarse. Me dolió muy adentro el que nuestro tan bien elegido candidato a vicepresidente se encuentre privado de hablar con los bolivianos, pero agradecí en lo profundo de mi corazón el acierto que tuvo Manfred Reyes Villa de haberlo elegido como acompañante de formula y me complací por estar como una humilde colaboradora, por haberme puesto al lado de tantos hombres y mujeres que han dejado sus temores para abrazar con decisión y fortaleza la causa de la libertad y la justicia.

Leopoldo somos todos los que amamos la libertad y la justicia y los que nos comprometemos a no transar con la dictadura que compra conciencias, o que cuando encuentran que estas no tienen precio las encarcelan, las reprimen aunque nunca podrán someterlas. Leopoldo somos todos los que tampoco apostamos a los billetes y los negocios que el poder deja en las manos de quienes le hacen el juego de convertirse en oposición funcional.

Cuando nos despedimos apresuradamente, la señora Negrita almorzaba en el patio del penal, gozando del soleado día que la vida le había regalado junto a su compañero de años de afecto y de lucha.

Dios bendiga a Bolivia y perdone a los que siguen decididos a conculcar nuestros derechos y libertades y también a aquellos que no sienten vergüenza de entregarse y entregarnos, a los hipócritas que se arrodillan por migajas de dinero y poder, a los tiranos y a los carceleros, que son los hombres más monstruosos que existen sobre la faz de esta tierra.

Leopoldo somos todos. Santa Cruz y Bolivia tienen el cometido de desenmascarar los encarcelamientos injustos, las matanzas que se digitaron en el Porvenir y en el Hotel Las Américas. Dios Salve a Nuestra Patria.

Fuente: Hoy Bolivia

sábado, 5 de febrero de 2011

Guerra del Chaco, Absalón Rivera Blacutt, el último guerrero de Villazón

“Salíamos de las trincheras gritando Viva Bolivia, mueran los pilas”




VILLAZON.- Lejos de las grandes ciudades de Bolivia, en el extremo sur del mapa se encuentra la población fronteriza de Villazón, sus calles de tierra cambiaron, ahora son pavimentadas, existe mucho comercio, no era para menos porque a pocos metros está la línea fronteriza con la Argentina.



El frío es crudo, por la época, la vieja estación del ferrocarril permanece intacta, al igual que el puente sobre el río que naturalmente divide ambos países hermanos. A pocos metros del lugar, en el denominado sector de la terminal se encuentra ubicada la sede de la Federación Provincial de Excombatientes de la Guerra de Chaco, una persona trabaja como secretaria, pero no fue habida en el lugar, luego entendimos el motivo que en principio causó sorpresa y tristeza.



Resulta que en la población de Villazón existe con vida un benemérito de la Patria, no es de sorprenderse, porque la mayoría de ellos superan los 95 años de vida. Absalón Rivera, era el nombre de referencia que recordaban los amables habitantes de la población fronteriza.



Sin duda resultó ser un personaje muy querido al que en pocos minutos tendríamos la suerte de conocer en una vieja casona, alejada del bullicio de un mundo agitado y presuroso que ya no hace un alto para mirar atrás y recordar a sus héroes.









Ubicar la casa del benemérito no fue muy difícil, en el pueblo todos se conocen y mucho más a nuestro personaje.



Apoyado por un bastón, con mucha dificultad para caminar y con el rostro visiblemente cansado por el paso del tiempo, se presentó la figura de Absalón Rivera, sus ojos nunca dejaron de mirar hacia el frente, tomó asiento en la sala de su casa, apoyó su bastón en las piernas, tal vez como lo hizo hace muchos años con su fusil.



El frío invernal y al estar dos desconocidos frente a frente congeló en un principio la conversación. Hace tiempo y por las tantas entrevistas realizadas perfectamente se comprende que los ancianos son muy desconfiados.



Las nietas de Absalón, ayudaron a romper el hielo, además de una estufa que rápidamente fue encendida para calentar el ambiente.



A diferencia de otros entrevistados y por primera vez tropezamos con un verdadero problema comunicacional, el benemérito por su avanzada edad había perdido casi por completo su capacidad para hablar.



Lo que debería ser una larga entrevista como muchas otras, se convirtió en un silencio frustrante que hasta se podía escuchar la respiración del último guerrero de Villazón.



Los ojos de aquel hombre brillaron y un gesto de coraje, desafiando a su propio cuerpo empezó a pronunciar algunas palabras, claro estaba que Absalón Rivera quería contar su verdad, quería ser oído, deseaba con el corazón que su historia sea conocida por Bolivia.



De esa forma se inició una conversación muy pausada y hasta especial, fue como armar un rompecabezas en el aire, pero al final después de muchos minutos se había construido una corta pero linda historia de otro valiente soldado boliviano que al llamado de su Patria se presentó en un cuartel y armado de valor fue al Chaco a vencer o morir, además de escribir su propia historia hasta ahora desconocida.



Absalón nació el 22 de junio de 1915, en Nazareno, Provincia Sud Chichas, sus padres fueron Moisés Blacut e Isidora Rivera .Luego de la guerra se casó con Severina Soza Yáñez y tuvieron una bella hija llamada Betty Rivera Soza, la cual le dio 4 hermosos nietos: Nelson, Martín, Yandira e Isabel De La Quintana Rivera.



Se desempeño como Juez Agrario en toda la Provincia Modesto Omiste, con el tiempo se fueron a vivir a la ciudad de La Paz y ya en su senectud volvió a Villazón cuando falleció su esposa y lamentablemente también le tocó vivir la muerte de su única hija. Su residencia actual sigue siendo Villazón en la cual vive con sus nietas que retornaron para cuidarle, y gracias a Dios goza de buena salud.



TESTIMONIO



En 1930, conocí el Chaco con mi padre que era hijo de un alemán y estudió en Inglaterra la profesión de Ingeniería de Minas. En el Chaco vimos como el petróleo era llevado a la Argentina a escondidas por la empresa Stardar Oil Compañy, eso fue denunciado al gobierno.



Yo tenía 19 años cuando me presenté al cuartel en la población de Tupiza, me incorporaron al Destacamento 322, caminando nos llevaron al Chaco, pasando por Sococha, Fulario que era un puesto militar donde estaban reclutando a los campesinos, luego llegamos a Quebrada Onda, Campos de Tajsara hasta llegar a Tarija.



Seguimos la marcha llegando a Villamontes y pasando en canoas el río Pilcomayo, hasta llegar a la zona de operaciones, donde me incorporaron al Regimiento Lanza 5 de Caballería.



Los disparos eran a diestra y siniestra era una orden terminante luchar y morir por la Patria, con ese lema los soldados bolivianos llenos de coraje y valor salíamos de las trincheras al asalto gritando “Viva Bolivia, mueran los pilas”.



Con mi regimiento defendimos los sectores petrolíferos de Caicandia, Caipipendi.



Recuerdo que hubo una gran batalla en el asalto y la retoma de Tarairí, Charagua y Casa Alta, combates en los cuales hubo muchos muertos paraguayos y gracias a Dios en mi regimiento hubo pocas bajas de soldados que murieron por las balas del enemigo.



Al ver caer muerto a un soldado boliviano no se podía hacer nada y teníamos que pasar por encima de su cadáver y seguir combatiendo por nuestra Patria. Pero, otros bolivianos murieron por el clima, porque en el Chaco la temperatura era de 45 grados centígrados bajo la sombra, la insolación era otro adversario que muchos compatriotas no pudieron vencer y quedaron muertos en los campos de batalla.



Pero, muchos bolivianos preferíamos morir a balazos antes que caer por la insolación o la falta de agua y sacábamos fuerzas de donde no había para seguir combatiendo hasta derramar la última gota de sangre de nuestros cuerpos desnutridos.



Lamentablemente, cuando estaba en campaña caí enfermo y por mi malogrado estado de salud fui evacuado en primara instancia a un hospital de Villamontes y posteriormente hasta Tarija. En el hospital conocí al Cnl. Dr. Isaac Mardoqueo Salomón, quien resultó ser hijo de un alemán.



Nunca olvidaré lo que me dijo: “Tú, Absalón, yo Salomón, hijo de paisano”; con ese doctor hicimos una linda amistad el tiempo que estaba enfermo.



El 14 de junio de 1935, llegó el cese de hostilidades, la guerra se había terminado por el agotamiento del combustible humano que alimentaba la hoguera bélica. A los tres meses me dieron de alta del hospital y me mandaron a Tupiza, donde el 30 de septiembre de 1935 me dieron mi licenciamiento con el grado de cabo.



Hace poco se recordó el cese de hostilidades y aún recuerdo que fue una guerra amarga, una experiencia dolorosa, una muestra de heroísmo inútil, porque luchamos tanto, para que por un tratado el Paraguay se quedara con gran parte del territorio en disputa, pero me reconforta el sentido del deber cumplido.



Ahora con más de nueve décadas de vida, me siento cansado, pero siempre con el mismo entusiasmo de seguir luchando por mi querida Bolivia, me siento feliz por haber ayudado a muchos de mis camaradas, y luego a su viudas para que gocen de su renta vitalicia, mientras desempeñé el cargo de presidente de la Federación Provincial de Excombatientes de la Guerra del Chaco de Villazón.



Los beneméritos de la Patria merecen gratitud y respeto de su pueblo….



BENEMERITO



Había concluido una linda e inusual conversación, nuevamente el silencio cae como un manto sobre el guerrero. Faltaba aún tomarle algunas fotografías, el flash de la cámara rompe el silencio, Absalón nuevamente nos mira fijamente, trata de colocarse en una posición erguida, nos regala su mejor perfil, mientras que las nietas se movilizan rápidamente y regresan cargadas de las medallas de guerra que orgullosas guardan.



Empiezan a colgar cada una de las medallas en el pecho de su abuelo con mucho cariño y afecto, como si lo prepararan para su último desfile. “Ahora sí le puede sacar más fotos” me dice una de las nietas.



De repente aparece un fusil y cinturón (balero), entonces nuestro guerrero es armado para la foto de la posteridad, no podía faltar su calatrava (gorro). Era como volver 75 años atrás y ver al joven guerrero listo para partir al frente de batalla, pero ahora era un nonagenario hombre que aún tiene la fuerza necesaria para sostener un fusil.



El momento más emotivo de aquella tarde fría, fue la despedida y cuando una de las nietas con voz fuerte le dijo: “Firme soldado”. Entonces Absalón Rivera juntó los talones de las piernas, sacó el pecho, nos miró fijamente, alzó su mano derecha, juntó y estiró los dedos de su mano y con total solemnidad llevó la diestra a la sien.



Nos saludó como hace 75 años, nos dio el adiós con mucho civismo. El corazón de aquel hombre aún se agita cuando recuerda la Guerra del Chaco, una guerra que para él aún está por terminar con el último suspiro.




•Por: Marco A. Flores Nogales - Periodista de La Patria de Oruro

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