Contador de Visitas

miércoles, 24 de marzo de 2010

No se gritó el Patria o muerte

Nuevo lema militar no se grita en cuatro capitales



Grupo Líder

Las Fuerzas Armadas tuvieron ayer algunos tropiezos en su intención de hacer cumplir las órdenes de su capitán general, el presidente del Estado, Evo Morales, que ordenó que el lema ‘patria o muerte, venceremos’, se estrene en las celebraciones del Día del Mar. En cuatro capitales de departamento, Sucre, Cochabamba, Tarija y Trinidad, el grito no se hizo presente, al parecer por la falta de una orden por escrito proveniente desde el Comando General de las FFAA. Si bien se incluyó la wiphala como estandarte de guerra, no pudo debutar en acción el nuevo símbolo de la institución, integrado por íconos andinos y que está oficialmente en revisión. Además, junto con el grito que popularizó el Che Guevara, oficialmente ayer los excombatientes de Ñancahuazú dejaron de ser considerados beneméritos por el Gobierno, pese a que tienen una ley que los cobija.


A las 10:51, en la plaza Abaroa todo parecía normal e histórico. Morales gritó ‘patria o muerte’ y la tropa le respondió: ‘venceremos’. Era el final del discurso del Presidente por el Día del Mar, pero sólo una hora más tarde, gente del Gobierno tenía la información de que en dos ciudades, Cochabamba y Sucre, no se había cumplido la orden. No sabían de Trinidad ni de Tarija.


En la capital, el coronel Víctor Mendieta, comandante del RI 2, señaló que no había recibido ninguna orden por escrito para cambiar el lema. En Cochabamba, dos jefes salieron a dar explicaciones. Herland Ampuero, comandante de la Séptima División, consideró que el grito era optativo y que dependía del discurso de ocasión. “Es optativo, se grita el lema en las noches, en el parte y retreta, al concluir el trabajo de jornada del día”, dijo. Por su parte, el capitán de Navío, Luis Navia, señaló que no se lo gritó porque no recibieron las instrucciones ‘del escalafón superior.



A falta de versión castrense, en Trinidad, el prefecto de Beni, Clemente Cárdenas, dijo que no se gritó porque no es un lema boliviano. A su vez, el Cnel. Remberto Durán Gómez comandante de la IV Brigada Aérea y de la Guarnición Militar de Tarija confirmó que el nuevo lema será estrenado el 7 de agosto. Ayer no se mencionó ninguno, solamente un discurso alusivo al Día del Mar.


Además, el comandante en jefe de las FFAA, Ramiro de la Fuente, admitió que el nuevo diseño del escudo de las FFAA, con la wiphala, el sol tiwanacota, el arco con flecha, el hacha y las flores kantuta y patujú, sufrirá ajustes y debe ser consensuado por la institución.

Coroneles en servicio activo informaron de que en el seminario del 17 de marzo se impusieron dos directivas: la primera fue la wiphala, que ya tenía consenso, y la segunda era el lema. Ésa fue más vertical y no se admitieron objeciones, aunque no fue bien recibida.

En lo que sí les admitieron comentario es que en el nuevo emblema la wiphala está más grande que la tricolor y consideran que ése fue el motivo para demorar su estreno.

También hubo protestas fuera de las FFAA. La primera fue la de los excombatientes de Ñancahuazú que, como no los dejaron desfilar, recordaron a los héroes del Topáter con una misa en San Francisco. Cuando fue consultado por su ausencia, el ministro de Defensa, Rubén Saavedra, dijo que los únicos beneméritos reconocidos eran los de la Guerra del Chaco, pese a que los que derrotaron al Che recibieron ese grado con la Ley 3727 del 17 de enero de 2006.





En Santa Cruz tampoco dejaron desfilar al ex diputado y candidato por Todos por Santa Cruz, Wálter Arrázola, que portaba una pancarta con la leyenda ‘patria y autonomía, viviremos’.

Por su parte, de manera pacífica y silenciosa, el abogado Jorge Arturo Valverde propuso con carteles el lema ‘patria libre, viviremos’. Tratará de convertirlo en parte de las FFAA a través de una iniciativa legislativa ciudadana.

lunes, 22 de marzo de 2010

BOLIVIA: LA AGONÍA DEL PASADO




BOLIVIA: LA AGONÍA DEL PASADO Breve ensayo sobre la estupidez ciudadana







Ramiro Calasich G.

http://ramiro-calasich.blogspot.com/

ramiro.calasich@gmail.com


"Las tiranías fomentan la estupidez" (Jorge Luis Borges)

La victoria del Movimiento al Socialismo (MAS) no sorprende, estremece. El caudillo ha vencido y con él, otra vez, un proyecto reaccionario, asentado en el arcaico populismo y el rancio nacionalismo, esta vez bajo la coartada indigenista. Su secreto, triste y vergonzoso, es aparentar que encarna las aspiraciones de los más humildes, cuando en realidad se trata de un escalofriante salto al pasado, aquel que únicamente produjo miseria y degradación. Sin embargo, si tomamos en cuenta hacia dónde soplan los vientos de la historia (democracia, globalización, conocimiento, inclusión, etc.), no podemos menos que concluir que el triunfo del oscurantismo es sólo una derrota demorada. Lo que realmente preocupa es que este crimen tenga tanta cantidad de cómplices. Albert Einstein lo sabía: “Hay dos cosas infinitas, el Universo y la Estupidez Humana”.



Queda claro que el MAS es un naufragio político en las agitadas olas del populismo, que combina la incontinencia discursiva del caudillo, en una irresponsable y bochornosa embriaguez ideológica (por ejemplo: marxista-leninista declarado, además, presidente de los cocaleros del trópico cochabambino, cuya producción se halla vinculada a las oscilaciones del mercado del narcotráfico, hecho que lo vincula íntimamente con el “capitalismo salvaje”), con el nacional-indigenismo del vicepresidente –cerebro por el que divaga el régimen-, expresión de aquel cenáculo de académicos, enamorados de la barbarie, que sirve de orientación al gobierno y que intenta injertar los devaneos multiculturalistas acuñados lejos de nuestras fronteras (vaya descolonizador), y cuyo norte es el idílico sueño estalinista, esta vez presentado de forma extravagante: el desarrollo del capitalismo –ahora “andino-amazónico”- dará paso al socialismo del siglo XXI, neologismo que esconde un proyecto nacionalista de base campesina y discurso indigenista, es decir, una suerte de nacional-socialismo indígena, donde resulta difícil separar las erupciones estalinistas de los sarpullidos fascistas. Si el nacionalismo de los ’50 se asentaba en una ilusión desahuciada, los nuevos nacionalistas se erigen sobre una terca e ignota reincidencia del fracaso.



Sin duda, el primero, el caudillo de la arenga omnipresente; el segundo, el omnímodo ideólogo aparente; ambos, expresiones antediluvianas del populismo nacionalista que no termina de morir; cada cual dependiendo de forma vital de cada quien, pues, mientras uno pone el color de la piel y espolea a la masa, el otro aporta las ideas que dan forma al extravagante experimento. Si en la segunda gestión de gobierno se asegura edificar un nuevo Estado, está claro quién tendrá las riendas del régimen.



Así, detrás de la demagogia patriotera y la histeria contra la economía de mercado, muestran su rostro añejo el populismo y el nacionalismo, salpicados ahora por un condimento bárbaro: la raza presentada como principio ideológico (¡Racismo!). No es todo: la ignorancia atroz ha encendido el mito del caudillo epónimo y del sueño prístino del retorno al paraíso perdido, y ha dado rienda suelta a los abusos de insensatos justicieros que claman por la revancha. La razón en estado de sitio, la conciencia agonizante, la hora del instinto y de la estupidez descarriada. En resumen, craso autoritarismo autóctono regido por visiones ímprobas.



Debajo de los paladines del atraso, hierve una larga procesión de encubridores, cortesanos y siervos, de las más dispares y disparatadas posturas: desde radicales de sueños de sangre –de izquierda y derecha-, pasando por neoliberales conversos, progresistas extraviados, hasta vástagos camuflados de las dictaduras; todos, beatos seguidores del errante caudillo, del sibilino pensante y de su arqueológico ensueño, guiados por una visión ardiente y microscópica de la realidad; afanados en justificar, con pasión y en total orfandad de ideas, prejuicios, crímenes y las más innobles prácticas políticas; algunos con el fanatismo despuntando en la mirada, en el grito que acalla y en el puño que impone. Más abajo, mucho más abajo –como siempre-, la masa gris de espectrales indígenas-campesinos, inducidos a votar, marchar, matar y morir, siempre esperanzados, seguros que el color de la piel del caudillo, sus prédicas apocalípticas y sus dádivas menesterosas son el signo que inaugura un nuevo tiempo... “Ahora es cuando”.



Muy junto, la oposición, sorprendentemente en el mismo polo. No debe extrañarnos, unos y otros representan el mismo fenómeno: la agonía del pasado, el atraso congénito, el Estado fallido, cuya expresión execrable es el populismo, al principio de nuestra historia bárbaro y feudal, luego liberal corrompido, más tarde nacionalista mísero, hace poco neoliberal expoliador, ahora nacional-racista. Así, mientras que el régimen actual es la reencarnación desahuciada del nacionalismo populista, la oposición responde a una suerte de populismo desamparado, sin paradigma ante la capitulación de sus apetencias neoliberales. Ambas posturas con la visión nimia, inspirada siempre por intereses inconfesables, razón de su inveterada relación adúltera con la democracia y del uso de la ciudadanía como tropilla de votantes o ejército de ciegos peones.

Si los nuevos nacionalistas expresan a los sectores más atrasados de la sociedad, básicamente al campesinado andino (su visión pre-moderna moldea ahora al país, por ello su avidez de tierra, ajena a todo proceso industrializador), los demacrados opositores expresan lo más vetusto de la burguesía nacional, aquella que vivió medrando del Estado desde las banquetas de la plaza Murillo –nacionalistas o neoliberales, según convenga-, hasta que aquella poderosa irrupción popular -espontánea y errática, encendida por el eterno oprobio-, los obligó a buscar refugio en sus propiedades, camuflándose entre quienes impulsaban otro levantamiento, esta vez regional, que reclamaba lo que el Estado Nacional, a manos de nacionalistas y neoliberales, también les había negado: el progreso. Unos y otros, cómplices de los mismos atropellos: atraso y corrupción, desfiguración de la democracia, manipulación ciudadana, marginación de los más humildes y postergación de las regiones. No hay duda, las ideologías, no importa cuán disímiles o exiguas sean, terminan siempre perpetrando las mismas iniquidades.



En el escenario opositor, huérfano y desolado, no podemos dejar de mencionar a los nuevos caudillos bisoños (principitos), pregoneros de lo que llaman “el verdadero cambio” -para diferenciarse del “cambio” oficial-, cuyo objetivo no es otro que reproducir, con patológica idiotez, los vicios del populismo agonizante; sin duda, objeto de estudio de esforzados entomólogos políticos.



ARTILLERÍA PSICOLÓGICA



Pese a que oficialismo y oposición expresan las dos caras de nuestro atraso, a partir de enero de 2006, cuando el caudillo fuera entronizado en las ruinas de Tiahuanacu -a la cabeza de un alzamiento ajeno al que supo acomodarse-, el agonizante pasado mostró un rostro abominable: la experiencia más devastadora de manipulación ciudadana a gran escala que Bolivia haya conocido. Desde sus primeros pasos, el “gobierno del cambio” se cobró su primera víctima: la libertad de pensamiento.



No creemos exagerado afirmar que, a partir de enero de 2006, Bolivia ha dejado de ser un país de carne y hueso, para convertirse en ilusión, apenas un paisaje, espejismo hábilmente fabricado y difundido –incluso exportado- en miles de spots, cuñas radiales e histriónicos discursos, listos para el consumo masivo. La promesa del caudillo -como palabra revelada-, convertida en verdad incuestionable: El Cambio. Su habilidad manipulativa llegó a tal grado que, incluso, líderes de todo el mundo, empujados por su mala conciencia, sus pecados endémicos o su suntuosa ignorancia, se muestran todavía indulgentes ante las diatribas que siembra a su paso el primer presidente “indio” que ojos occidentales avistan. En esas condiciones, su incultura se constituye en virtud para seducir a los voluntariosos, frívolos y siempre bien costeados “revolucionarios de ong”, en embriago estado de éxtasis.



Sin quererlo, Jean-Marie Domenach (La Propaganda Política) al describir la herramienta más valiosa del fascismo alemán para hacerse del poder con apoyo popular, desnudó el secreto del masivo apego al caudillo nativo: “Verdadera ‘artillería psicológica’ en la que se emplea todo aquello que tenga valor de choque, y en la que, finalmente, con tal que la palabra cause efecto, la idea ya no cuenta”. Pío Baroja lo decía mejor: “Es una época para histriones. Todos los gritos sirven, todas las necedades tienen valor, todos los pedantes alcanzan un pedestal”.



Para ser justos, a ello habrá que añadir la ausencia de una propuesta alternativa, lejos del populismo avieso que prioriza tanto al caudillo popular como al dueño del partido, de las ideas y, sobre todo, del dinero (partidos patrimoniales).



TROPELÍAS INCUESTIONABLES



Este sombrío régimen, matizado por una lujuriosa concentración del poder –político, económico y social- y por la estimulación de la ignorancia ciudadana, ha dejado tras de sí un reguero de tropelías cometidas a nombre del llamado proceso da cambio, próximo a profundizarse gracias a la estupidez popular y a la ausencia de alternativas democráticas. Veamos algunas:







Desperdicio inmisericorde de ventajosas condiciones económicas que Bolivia jamás conoció en toda su historia, para dar paso a un festín populista destinado a cebar el mito del caudillo por cuenta del erario nacional. A diferencia de lo que afirma el pregón oficial, somos un país mucho más pobre que hace cuatro años; los que se llevan la peor parte son los propios indígenas-campesinos, cuya inclusión se reduce al errabundo discurso y al simbolismo fatuo.



Destrucción de la institucionalidad democrática, al límite de envilecer la democracia, reducida a espectáculo pueril, apariencia desvergonzada que convierte la participación ciudadana en acciones ciegas, sordas y mudas (marchas, votaciones, enfrentamientos, etc.), lejos de toda reflexión, ahogadas por una abyecta indigencia intelectual. Incluso, el afán de convertir la democracia en insultante voto fofo, lleva al caudillo a proponer, a escala universal, un referéndum para abolir el capitalismo, necedad aplaudida por patéticos auditorios; en fin, la democracia convertida en plebiscitaria estupidez.



Igual que siempre, empresas y entidades públicas convertidas en carroña de la “militancia” -incompetente, ávida y rapaz-, capaz incluso de protagonizar cruentas acciones para mantener privilegios recién logrados (recuérdese el caso de la estatal petrolera –YPFB-, donde se descubrieron millonarias coimas y volteos –dinero que nadie encuentra y sobre el que nadie pregunta-, y cuyos involucrados mostraron su apego feroz a las pistolas. Además de las fechorías, en la mayor parte de los casos el problema no pasa por exigir que cumplan con su deber, sino porque lo conozcan.



Anomia social, caracterizada por la degradación de las normas sociales y de convivencia. Su expresión más atroz es la inseguridad, jurídica y ciudadana, por donde asoma su rostro bárbaro el linchamiento lascivo y el atraco impune.



Organizaciones sociales domadas –a la usanza fascista-, carentes de independencia sindical y de liderazgos virtuosos, falderas con el caudillo, usadas como rebaños de choque y abuso.



Altos mandos dóciles, rendidos ante el manoseo de las instituciones tutelares, colonizados por uniformes foráneos.



Violencia estatal, impune y aplaudida por hordas alucinadas, elevada al rango de acción patriótica. Alrededor de 70 seres humanos han perdido la vida gracias a la “revolución democrático y cultural”, ya sea por la acción siniestra o por la omisión ruin. No es posible negar que, al tiempo que se riegan sandeces, se ha derramado tanta o más sangre que la que se prometía redimir.



Opositores perseguidos, enjuiciados o encarcelados, sin proceso apegado a derecho, obligados a esconderse, asilarse o a vivir con la coartada bajo el brazo para demostrar su inocencia, pues ahora, como en toda democracia vergonzante, se presume la culpabilidad y se procede, de forma sumarísima, al linchamiento mediático.



Periodistas humillados, acosados y heridos (algunos formando fila entre las huestes de la sandez).



Impulso irresistible al narcotráfico, cuyo crecimiento exponencial muestra que es de los pocos negocios que florece en este desierto de licitud. Llama la atención que las plantaciones de coca avanzan incontenibles (35 mil hectáreas), nutriendo al insaciable y vil negocio de las drogas, mientras se provoca un irreparable daño a la fertilidad del trópico cochabambino, cuyas tierras no son aptas para ese cultivo (¡desastre ambiental!). A la larga, lo que realmente se siembra es un páramo en medio del trópico, un paisaje erial, no sólo en leyes sino en vegetación, al tiempo que el caudillo arranca necios aplausos de crédulos parroquianos quienes escuchan asombrados las recetas para socorrer a la Madre Tierra. No hay duda, la estupidez convertida en pandemia universal.



La mentira, la diatriba y la amenaza erigidas en triada sacra de la gestión pública.



Lo peor: ciudadanos divididos y convertidos en enemigos a muerte (literal).



Sin duda, transformar un país había sido mucho más difícil que tender cercos, bloquear carreteras, regar injurias o enceguecer y movilizar a la masa convertida en caterva de embobados devotos.



En definitiva, se trata de un nuevo proyecto reaccionario, porque nos promete vivir dentro de nuestra miseria, con el norte en el pasado, las libertades conculcadas, la razón cercada, la barbarie marchando hacia ninguna parte y el futuro a merced de anacrónicos encantadores de serpientes. Es la noche de la obsecuencia incivil y de la emboscada trapera. El progreso, el bienestar y la vida digna, cada vez más lejos. Este cambio, mientras más cambia, más es lo mismo.



No es todo. Pese a las cándidas esperanzas de que el gobierno se entregará de lleno al perfeccionamiento de la democracia, aprovechando la ausencia de revoltosos opositores, los discursos triunfalistas anuncian el envilecimiento del régimen. Por ejemplo, sobre los pocos opositores que quedan con algún apoyo nacional o regional, se teje con franco revanchismo y palmoteo popular, una nueva andanada de acusaciones, juicios y atropellos, todos destinados a su desaparición política, incluso económica, y a su deshonra pública.



Asimismo, si aquello no fuera suficiente para demostrar que “el MAS es más de lo mismo”, se anuncia con despectiva jactancia que existen varias decenas de leyes, ya elaboradas, listas para que la soberana Asamblea Legislativa Plurinacional las apruebe en su primera semana de vida. Es decir, el nuevo órgano legislativo estrenará nombre y miembros, pero al parecer mantendrá el ominoso papel de cónclave de “levantamanos” -todos agradecidos por ser parte del nuevo tiempo-, sin verdadera capacidad deliberativa ni legislativa, reducida como siempre a apéndice inicuo del caudillo y de su corte. Entonces, ¿qué cambió con el cambio?



ANATOMÍA DE LA MANIPULACIÓN CIUDADANA



Vista así la realidad, a lo largo de este breve ensayo esbozaremos el proceso que sigue este perverso recurso –usado desde siempre, pero no con tanto ímpetu- de inducir a la ciudadanía a marchar, votar, aplaudir, matar o morir –¡a sacrificarse en aras de las más crasas majaderías!-, guiada únicamente por la emoción descarnada, mientras el raciocinio, aquel que se alimenta del estudio y la reflexión (¡la conciencia!), es meticulosamente apagado.



Nos mueve la indignación de atestiguar que quienes se afanan por demostrar que representan el cambio esperado, el reino de los principios nobles y humanos -“la conciencia del pueblo boliviano”-, asientan su práctica política cotidiana en las injusticias congénitas a todo régimen autoritario, como la frenética manipulación emocional de la ciudadanía, principalmente indígena-campesina, que alcanza ahora límites siniestros.



Si la estupidez es definida como la incapacidad de conocer la realidad, no es aventurado afirmar que los ciudadanos, víctimas de una atroz gestión manipulativa y de nuestra añeja pesadez intelectual, tendemos a comportarnos de una forma sorprendentemente estúpida. Hubo quien explicó las causas: “Cuando se trata a alguien como si fuese un estúpido, es muy probable que, si no lo es, con el paso del tiempo llegue con seguridad a serlo”.



Sin embargo, algo debemos decir a favor del artero manipulador (del antiguo y del nuevo): si bien se echa mano a la más desalmada manipulación, este hecho no debe quitar responsabilidad a la ciudadanía por sus deplorables elecciones, resultado indiscutible de su lánguida formación y de su invariable flojedad cognitiva. Así, no deja de ser cierta la afirmación de George Bernard Shaw: “La democracia sustituye las designaciones que efectúa una minoría corrompida por las elecciones que efectúa una mayoría incompetente”. Ahí es donde se apoya el manipulador –de ayer y de hoy-, en nuestra incompetencia.



a. La clave es el cerebro



Para ser serio, el análisis debe partir, necesariamente, de los avances científicos en materia de neurofisiología. La idea es demostrar, a la luz de la ciencia -no de la ideología-, que todo régimen autoritario se asienta en la más burda manipulación –nunca en la conciencia-, y cuando ésta falla, en la más fría violencia. Dicho de otro modo, según convenga, se gobierna por la farsa o por la fuerza.



A fines de la década de los ’70, Paul MacLean demostró la presencia de tres cerebros en uno. Cada cerebro viene a constituirse en una suerte de capa evolutiva que creció sobre la precedente, al estilo de sedimentos arqueológicos (Félix Larocca). MacLean descubrió que cada una de estas áreas del cerebro ejerce diferentes funciones que, en conjunto, son responsables de la conducta humana.



Según MacLean, estos tres cerebros operarían como tres poderosas computadoras biológicas independientes, vinculadas entre sí, pero dotadas de inteligencia propia. Los tres cerebros son: reptiliano, emocional y racional.

Cerebro reptiliano. Se halla ubicado en la base del encéfalo. Es el cerebro más antiguo que nos hace actuar, sin pensar, sin sentir. Controla los actos reflejos y las reacciones instintivas. La ciencia no tiene dudas al explicar que, cuando alzamos el grito, la amenaza y el puño para agredir al otro, por miedo o por odio, toma el control el salvaje que todos llevamos dentro.



Cerebro emocional. Es el cerebro que controla nuestro mundo emocional. La ciencia explica que todo estímulo que ingresa al organismo pasa inicialmente por este cerebro. Dos hechos son altamente significativos para nuestro análisis. Primero, todo aquello que es percibido por el cerebro emocional es asumido como real. Es decir, es un cerebro que no discrimina la realidad de la apariencia. En milésimas de segundo, el cerebro emocional agrupa los estímulos a fin de dotarles de significado, aunque carezca de coherencia racional. Si falta algún dato, se apela a las experiencias pasadas y a las propias necesidades y prejuicios a fin de completar el cuadro. Segundo, en su afán de forjar una visión significativa de la realidad, el cerebro emocional interpreta los estímulos de forma maniquea, dicotómica; así, todo es blanco o negro, bueno o malo, nosotros o ellos, etc. Dicho de otro modo, es un cerebro que no advierte matices, por ello la ciencia señala que es el centro de las posturas radicales, dogmáticas e intolerantes.



Cerebro racional. En esta porción del encéfalo se asientan las capacidades intelectuales superiores, básicamente el raciocinio y por ende la conciencia. Al operar racionalmente, se logra una visión de conjunto, realmente significativa, pero asentada en el análisis y la reflexión. Sin duda, su funcionamiento requiere de la estimulación a través del estudio y del cuestionamiento. Las investigaciones revelan que la tolerancia –el respeto y la valoración de la diferencia- es uno de los atributos de los procesos racionales, debido a que se concibe a la realidad como un todo diverso, donde cada quien se nutre de cada cual.



b. ¿Cómo opera el manipulador?



Conocer cómo procesa el cerebro la información que percibe, permite identificar, con precisión, cómo opera la práctica política manipulativa, cuyo objetivo inequívoco es convertir a la ciudadanía en un hato de votantes, marchistas, héroes o mártires. Tres son los procesos que merecen nuestra atención:



Primero. Una vez que el individuo ha percibido un determinado estímulo (spot, cuña radical, diatriba, etc.), éste viaja al cerebro por dos vías diferentes, íntimamente interconectadas: la vía directa y la vía indirecta. La primera, más corta y rápida, lleva el estímulo hasta el cerebro emocional; la segunda, más larga y lenta, conduce el estímulo hasta el cerebro racional.



Segundo. Antes que el cerebro racional pueda procesar la información percibida, el cerebro emocional dispara una respuesta inmediata acorde al estímulo. Tal respuesta (por ejemplo, marchar, votar, discutir, etc.) es tosca e imprecisa, con un elevado margen de error –propia de las posturas dogmáticas e ideologizadas-, debido a la ausencia de reflexión cognitiva que considere la totalidad de la realidad. Queda claro que interpretar la realidad desde una perspectiva particular, sectorial o ideológica, representa una acción que tiene muy poco de racional. Todo empeora si se sobre-estimula este cerebro a través de la emisión permanente y cotidiana de mensajes fuertemente emotivos.



Tercero. La vía indirecta, es decir la acción del cerebro racional, puede frenar la acción irracional del cerebro emocional, a condición de querer pensar y de contar con la información suficiente para hacerlo, hecho que requiere cierto esfuerzo analítico y de investigación, acciones que generalmente no realizamos por la presencia endémica de pesadez intelectual (vulgar flojera).



De esta forma, asentada en el conocimiento de la fisiología cerebral, la manipulación de la ciudadanía tiene por objetivo modificar el comportamiento social a través de la sobre-estimulación del cerebro emocional y del bloqueo del cerebro racional. Sin duda, se trata de la más devastadora forma de conculcar la libertad de pensamiento, primer eslabón en la entronización de regímenes autoritarios.



Para alcanzar este objetivo, la acción manipulativa echa mano de dos recursos que operan de forma coordinada: la persuasión y la desinformación.



1. Persuasión



Se entiende por persuasión al proceso de inducir la modificación del comportamiento social a través de la sobre-estimulación emocional. Según los recursos que emplea, la persuasión puede ser de dos tipos: directa o indirecta. La persuasión directa se realiza a través de las concentraciones sociales (multitud o muchedumbre), mientras que la persuasión indirecta se lleva a cabo mediante la acción de los medios masivos de comunicación. Ambas responden a procesos psicológicos particulares.



En la persuasión directa, el proceso manipulativo se realiza a través de la relación caudillo-masa. Lo importante de comprender es que, siguiendo a Freud, en una multitud -en la muchedumbre-, desaparece la psicología individual consciente, dando paso a la afectividad compartida y la vida psíquica inconsciente. Es decir, el individuo reunido en masa presenta una suerte de regresión en la que el cerebro emocional y los instintos toman el control.



Elías Cañeti (Masa y Poder) explica que lo que convierte a un grupo de individuos en una masa es su sometimiento a “una pasión compartida”, una emoción que se contagia y acaba conduciendo hacia una acción colectiva. Sergei Moscovici (La Era de las Multitudes), añade que la masa vive bajo el dominio de las emociones fuertes, de los movimientos afectivos extremos. Y esto tanto más cuanto carece de los medios de inteligencia suficientes para reprimir sus afectos. Es decir, la muchedumbre se articula en torno a emociones, nunca alrededor de ideas, de manera que, en esas condiciones, la conciencia –tan pregonada- sale sobrando.



Moscovici explica algo trascendental para comprender el proceso que ahora sufrimos: para la masa efervescente, los conductores “se hallan investidos de una misión extraordinaria. Se les considera mesías largo tiempo esperados, que han venido a conducir a su pueblo hacia la tierra prometida. A pesar de las advertencias de algunas mentes lúcidas, la masa se ve en ellos, se reconoce y se resume en ellos. Los venera y los celebra como a superhombres, dotados de omnipotencia y de omnisciencia, que saben servir a los hombres... dominándoles”. El caudillo transmutado en mito (¿Le suena conocido?).



Esta suerte de “miseria psicológica de las masas” –al decir de Freud-, no respeta condición alguna, mostrándose desnuda y cruel en todos los estratos sociales. Es el escenario que sirve para la acción arbitraria del caudillo, cuyo poder radica en su seguridad inicua sobre el sendero a seguir. La masa ya no está sola a merced de la incertidumbre, la firmeza del caudillo –incluso su fanatismo-, su visión imponente e intolerante, arroja luz sobre su miseria y su magra visión del mundo. Moscovici añade: “La inquebrantable confianza en sí mismo que posee el líder, inflama la confianza sin límites de los demás, que dicen: ‘Sabe dónde va, vamos donde él sabe’”.



Así, en su relación con el caudillo, el único lenguaje que la masa entiende “es el que se salta a la razón, habla al corazón y embellece o ennegrece la realidad”. Moscovici aclara: “El arte desplegado para alcanzar tales fines atañe primero a las emociones del corazón, después a las cuerdas de la fe, y hace un llamamiento, en fin, a las esperanzas del deseo. Las facultades de la razón no desempeñan en todo esto más que un papel subsidiario”. Cicerón ya lo explicaba: “No hay asunto increíble que la elocuencia no pueda hacer que parezca probable; no hay cosa horrible o vulgar que la elocuencia no haga que parezca bella y casi digna de veneración”. Vista de esta manera y en manos de arteros ilusionistas, no cabe duda -ahora más que nunca-, que “la política es la forma racional de explotar el fondo irracional de las masas”.



Ahora bien, dentro de todo proceso manipulativo de la muchedumbre, generalmente se describe la presencia de tres tipos de caudillos –fuera de otros-, aunque en los hechos un mismo caudillo puede reunir características de más de uno de estos tipos.



Megalómano. Guiado por una pobre autoestima, no escucha, sólo predica. Su objetivo final es la gloria, la figuración, el poder, la alabanza servil, por ello se halla rodeado de adulones falderos. Suyos son los éxitos, los fracasos son siempre ajenos. Sus carencias afectivas las intenta llenar con una compulsiva relación con la masa, a la que necesita por su aplauso y su lisonja, pero a la que desprecia por recordarle su origen infortunado. Alterna patológicamente la petulancia con los humildes y los adversarios, con el victimismo sumiso con quienes muestran mayor autoridad y poder.



Maquiavélico. Carente de escrúpulos, es capaz de aprovecharse de los demás con tal de alcanzar sus objetivos. Sus dotes intelectuales le favorecen para las conspiraciones oscuras, por eso presume en público, mientras actúa con nocturnidad y alevosía. El fin justifica los medios, el cambio lo justifica todo. Frío y calculador, es reacio a entablar relaciones afectivas. Vive a la sombra, en función de alcanzar “su misión”. Todo adversario es un escollo cuya osadía debe ser pagada con la derrota total.



Sociópata. Es la persona con un serio trastorno de personalidad antisocial. Aunque no se crea, abundan en la fauna política. Carecen de toda noción sobre el respeto a las normas de convivencia y a los derechos de los demás. La ley, por ejemplo, sirve en cuanto beneficia a sus aspiraciones personales, de manera que la acomoda a su antojo, amparando sus atrocidades en el aplauso “legítimo” del vulgo amaestrado. Sólo importan sus propios fines, considerados los únicos valiosos para todos; las demás personas son recursos que se usan y se desechan según convenga. Frío hasta el extremo, es sumamente hábil para percibir los estados emocionales y usarlos en su beneficio. Su desprecio por el otro llega al extremo de considerar la vida como un recurso prescindible si ayuda a alcanzar “el objetivo”.



Con relación a la persuasión indirecta, ésta actúa a través de los medios masivos de comunicación, principalmente de la televisión y de la radio. Su amplia capacidad persuasiva se asienta en que las imágenes y los sonidos actúan directamente y con mayor intensidad sobre el cerebro emocional. No importa el nivel de formación del auditorio, frente al televisor o junto a la radio, el nivel de raciocinio desciende debido a que el cerebro emocional se halla estimulado. ¿Doctor? ¿Maestro? ¿Catedrático o Albañil? No interesa, todos los cerebros son iguales, todos ceden ante la presión de las emociones. De ahí que no sorprenda que personas con un elevado nivel de formación académica, ostenten una inquietante tendencia a la intolerancia, al dogmatismo..., en fin, a la estupidez.



Descrito este escenario, nadie en su sano juicio, ni siquiera alguno de sus más racionales seguidores (¿?), puede negar que el actual régimen se vinculada con la ciudadanía a través de dos únicos recursos: 1. La manipulación de la embobada muchedumbre -el caudillo predica con fruición y de forma permanente en diferentes poblados del país, incluso en el exterior (¿cuándo gobierna?)-; 2. Miles de spots televisivos y cuñas radiales, además de afiches, vallas y un sinfín de baratijas tan atractivas como letales.



Esta constatación, empírica y libre de duda, nos empuja inevitablemente a concluir que la forma actual de detentar el poder es la persuasión descarnada de la ciudadanía, sobre todo de aquella que siempre escucha, siempre marcha, siempre se empobrece y siempre termina poniendo los muertos. Dicho de otro modo: apelar a la persuasión es confesar, sin tapujos, un enfermizo deseo de manipular y de envilecer al individuo. Así, resulta un exceso de grosería, otra mentira impía, señalar que se es la expresión genuina de la “conciencia del pueblo boliviano”, cuando saben que si hiciesen una pausa en el festival emocional, el ciudadano podría despertar, mejor aún, podría pensar su realidad, hecho que, además de ser una novedad, traería imprevisibles consecuencias.



Ahora bien, para hacer realidad su objetivo (modificar el comportamiento social a través de la manipulación emocional), la persuasión –directa e indirecta- echa mano de un sinnúmero de herramientas, denominadas indistintamente líneas de persuasión, técnicas persuasivas o gatillos emocionales, cuyo objetivo es sobre-estimular una o varias emociones a fin de provocar acciones intempestivas, irracionales, sin que medie reflexión racional alguna. Hagamos una descripción sucinta y esencial de este proceso:



Primero. Todo comienza con el sondeo de opinión. Mediante encuestas, los manipuladores recogen la percepción de la ciudadanía sobre la realidad. ¿Qué le gusta? ¿Con qué sueña? ¿Qué espera de sus líderes? ¿Qué opina sobre el oficialismo, sobre la oposición?, etc. No importa cuán racionales sean esas percepciones, recuérdese que, en general, nuestro nivel de formación sobre los asuntos públicos es bastante famélico (en muchos casos, los bodrios que nos arrojan los políticos tienen una calidad mayor que nuestras anémicas aspiraciones). Lo realmente importante es preparar un discurso acorde a lo que el ciudadano quiere escuchar. Es decir, la prioridad no es esbozar un programa que responda a las necesidades del país, sino a las percepciones subjetivas, emocionales, de la población. Este hecho demuestra porqué los partidos, y sobre todo los gobernantes, se empeñan en regar promesas, consignas, bagatelas, lejos de toda formulación de políticas de Estado, reales y efectivas, de largo aliento. Es decir, priorizan ser “populares” antes que estar en lo cierto, y no olvidemos que, la mayor parte del tiempo, ambas cosas no son compatibles. De ahí la necesidad de educar a la ciudadanía para que priorice el bien nacional ante que sus indigentes anhelos.



Segundo. Una vez definido el mensaje que la gente quiere escuchar –no lo que realmente se piensa hacer o lo que el país requiere que se haga-, se lo empaqueta en consignas simples y digeribles, acorde al entendimiento del gentío. El adalid de los manipuladores explica: “La capacidad de asimilación de la gran masa es sumamente limitada y no menos pequeña su facultad de comprensión. Teniendo en cuenta estos antecedentes, toda propaganda eficaz debe concretarse sólo a muy pocos puntos y saberlos explotar como apotegmas hasta que el último hijo del pueblo pueda formarse una idea de aquello que se persigue” (Hitler).



Tercero. Para tener un efecto letal, el mensaje simplificado debe ser diseñado con el objetivo de herir una o a un conjunto de emociones, para ello debe ser altamente emotivo. Así, se estimula el odio para cohesionar a la masa contra el “otro” (“Se oponen al cambio porque están con el imperio y el neoliberalismo...”); la alegría para unir a la masa en torno a “nosotros” (“Unidos somos MAS”); la tristeza para encender la indignación contra el “otro” (“¿Acaso olvidaste la Masacre de Porvenir?”) o la solidaridad entre “nosotros” (“Los muertos de Octubre merecen justicia”); el miedo para apartarnos del “otro” (“La única posibilidad para que haya paz política es que el MAS gane las elecciones”; “El que vote cruzado recibirá un castigo histórico”), etc.



Cuarto. El mensaje, simple y altamente emotivo, debe asentarse en un sustrato preexistente, generalmente un prejuicio socialmente compartido, un hecho histórico desfigurado o simplemente rencores y odios subterráneos (los 500 años, el neoliberalismo, el indigenismo, la nacionalización, las autonomías, el racismo, el imperialismo, etc.), a fin de apoyarse en lo más importante para la masa: el pasado. Este hecho reviste importancia trascendental, debido a que el pasado es lo único real y efectivo que tiene la masa y el individuo ajeno al empleo del raciocinio. De esta forma, todo nuevo estímulo es inconscientemente contrastado con los recuerdos, siempre cargados de emotividad y de información desfigurada. No interesa si el sustrato es cierto o no, lo que vale es el impacto sobre el mundo emocional: retrotrae el pasado y lo hace real. Por ejemplo, el caudillo se muestra como la encarnación de la profecía del martirizado líder indígena del siglo XVIII Tupac Katari: “Volveré y seré millones”. Otro recurso malévolo es señalar, con iletrada firmeza, que toda visión opositora es expresión, abierta o encubierta, del neoliberalismo que vendió el país y que provocó la miseria que ahora todos sufrimos. Sin duda, tal afirmación no resiste un análisis sensato, pero quién analiza cuando se escucha maravillado las buenas nuevas que siempre se han querido escuchar.



Quinto. En el siguiente paso, y a fin de despertar el maniqueísmo emocional, se inventa un “enemigo” -siempre individualizado porque la masa carece de habilidades de abstracción-, chivo expiatorio a quien se le arrogan todas las culpas y todas las iniquidades presentes, pasadas y futuras; es el obstáculo que se debe superar para alcanzar la gloria, el cambio, la revolución, en fin, lo que sea; si se desea mantener latente la excitación social, cada tanto se pone la mirada sobre un nuevo “enemigo”. De ahí la masa, enceguecida y fogosa, marchando aquí, bloqueando allá, siempre persiguiendo fantasmas, llevando en la frente el amor y la fe por “nosotros” y el temor y el odio por los “otros”. Poco importa que el “enemigo” sea real o inventando -generalmente es inventado-, lo realmente importante es que sirve de anzuelo para cohesionar a la masa en torno al caudillo. Ahí están el embajador norteamericano, el “presidente del imperio”, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, los miembros del Tribunal Constitucional, los líderes opositores -regionales o políticos-, empresarios emblemáticos, el presidente del Perú, el presidente colombiano, el Cardenal, etc., en fin, siempre un enemigo por el cual movilizarse, masificarse y dejar de pensar.



Sin embargo, cuando se alcanza el poder y los enemigos han sido derrotados (asistimos a un ofensiva total, sólo quedan algunos pocos opositores de talla nacional –ya bajo fuego- y otros caudillos lugareños, además de líderes de opinión a quienes les espera su turno), inevitablemente se apela a la búsqueda de enemigos internos para mantener a la muchedumbre excitada, único sustento del régimen. De ahí que no sea extraño que conozcamos, hacia adelante, agrias pugnas internas entre facciones tribales y sórdidas purgas de infieles.



Sexto. Finalmente, el discurso es cuidadosamente orquestado, es decir, repetido infinidad de veces a través de diferentes medios, formatos y fuentes a fin de evitar su desgaste. Por esta razón, a cada paso, los sofismas del caudillo aparecen replicados en una interminable cacofonía de spots, cuñas radiales, vallas, posters, etc., además de fervorosas declaraciones de devotos meticulosamente elegidos. La premisa es clara y Joseph Paul Goebbels la sabía (otro adalid): “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Lamentablemente, la ciencia explica que tal afirmación es cierta, debido a que al cerebro emocional, sobre-estimulado, no discrimina la realidad de la mentira, de manera que la repetición termina por convertir al mensaje en una creencia aceptada por todos. Ese el truco del mentiroso. Y si la mentira es exagerada, ilimitadamente irracional, mejor aún, la sobre-estimulación emocional alcanza el límite de la fantasía, escenario ideal para una masa de miserables, hambrientos de certidumbres.



En este proceso, los comunicadores son usados como vehículos inconscientes de las acciones manipulativas. Ignorantes de que se los utiliza para disparar sobre las emociones ciudadanas, los periodistas transmiten “declaraciones” directo al receptor para el cual han sido creadas. Luego, casi de inmediato, aparecen nuevas afirmaciones, acompañadas de spots, afiches, cuñas radiales, etc., e incluso cándidos desmentidos o furibundas respuestas de indignados opositores, todo favoreciendo a una efectiva orquestación. Lamentablemente, la ausencia de contrastación y de investigación periodística, contribuye al uso de los medios en procesos manipulativos.



Por otra parte, no podemos dejar de mencionar que existen comunicadores que voluntariamente se prestan a la emisión de mensajes manipulativos, seguros que se trata de verdades santificadas; sin duda, forman parte del interminable séquito de emotivos trovadores que cantan glorias al caudillo –al “jefazo”, al “príncipe coronado”, etc.- y a su paso milagroso. Alguien decía, no sin razón, que es más fácil enfrentar a un fanático armado con un fusil que a un fanático armado con un micrófono o con un teclado.



Ahora bien, cabe preguntarse si existe un límite a la persuasión. La psicología y la historia explican que no se puede persuadir eternamente, pero sí a largo plazo, a condición de mantener ese malévolo proceso de adecuar el mensaje manipulativo a los cambios en las percepciones subjetivas de la masa (decir lo que la gente quiere escuchar), de ahí que se gobierna “sondeando” a la opinión pública.



Sin embargo, indudablemente, todo tiene un límite: la propia realidad. Es decir, cuando ya no existe enemigo real o inventado a quien endilgar todas las miserias, para así encubrir la ineptitud en la gestión pública y el sueño arcaico que se desea imponer, la muchedumbre de turbados seguidores inevitablemente posa la mirada sobre las acciones reales del caudillo, sobre sus logros. De no existir éstos, tal como la masa los exige, es decir, a imagen y semejanza de las promesas recibidas, se puede iniciar un penoso y a momentos violento proceso de divorcio. De ahí la permanente y encarnizada caza de “enemigos”, único pilar para mantener a la masa en desvarío perpetuo y al régimen a salvo de toda mirada indiscreta. Sin duda, los siguientes esfuerzos que veremos para esconder el desgobierno, serán los intentos de sepultar en la deshonra o en la cárcel a los pocos opositores nacionales que quedan y a quienes intenten la osadía de hacer sombra a los siervos del caudillo que terciarán en las próximas elecciones prefecturales y municipales.



2. Desinformación



Si persuadir implica inducir a la acción a través de la sobre-estimulación emocional, desinformar es el proceso por el cual se emite información tergiversada a fin de evitar que se conozca la verdad. La idea es cambiar los hechos a objeto de modificar el comportamiento social en un determinado sentido.



Se trata de un proceso complejo y delicado, dejado en manos de personajes altamente especializados, sin duda, carentes de escrúpulos. El objetivo es evitar que los ciudadanos conozcamos la verdad. Aunque no se crea, existen técnicas altamente sofisticadas, todas efectivas y mortíferas, para minar nuestra ya limitada capacidad de razonamiento. Veamos las más importantes:



Goteo. En esta técnica se emite información sobre un hecho determinado de forma dosificada, lenta, a gotas. El objetivo es que el tema, aunque se trate de un escándalo mayúsculo, sea presentado en pequeñas dosis. Con el paso de los días, el hecho deja de ser novedoso hasta que se desprende del interés ciudadano. Recuérdense las declaraciones oficiales, lánguidas y frecuentes, sobre el abatimiento del grupo de supuestos “terroristas-separatistas” ocurrido en el hotel Las Américas de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Un día se presentan fotos, otro declaraciones, otro indicios, otro más nuevos hallazgos, en fin, una garúa permanente. Al final, luego de meses de llovizna informativa –casi un año-, los ciudadanos no sabemos qué fue lo que realmente pasó en aquel caso y, lentamente, cada vez son menos los interesados en saber la verdad. Incluso, luego de tanto goteo, ya no llama la atención, por ejemplo, el estudio hecho en Hungría sobre uno de los victimados, documento que revela que habría sido ejecutado con un disparo mientras estaba maniatado.



Maremoto. La idea es lanzar tanta cantidad de información que no exista capacidad alguna para procesar todos los datos, menos si se trata de mensajes altamente persuasivos. Por ejemplo, a horas de ocurrido el enfrentamiento en Porvenir (departamento de Pando), donde murieron oficialistas y opositores, se lanzaron declaraciones, spots, cuñas radiales, afiches, etc., evitándose además el arribo de prensa independiente. Un verdadero bombardeo informativo-emocional con una visión totalmente parcializada de la realidad. El resultado: una ciudadanía estupefacta, con el ceño fruncido y la indignación a flor de piel contra quienes “masacraron a los desarmados y pacíficos campesinos”. Sin que existan indicios, pruebas o acusaciones formales, menos investigación alguna, el prefecto de Pando –además de otros opositores- fue juzgado y sentenciado en ardientes discursos, orquestados por libelos de todo tipo: panfletos, afiches, spots, etc., además de indignadas marchas encabezadas por oscuros personajes, siempre amenazantes, con el odio y la incultura en la frente. En realidad, fue algo así como cortarle la cabeza y presentarla al aplauso de los aldeanos.



El tsunami informativo no sólo evitó conocer qué realmente ocurrió aquel 11 de septiembre de 2008, sino que lanzó una columna de humo sobre los hechos que ocurrieron antes de aquel día, clave para entender aquella trágica jornada. Por ejemplo: ¿Por qué los campesinos que se dirigían armados hacia Porvenir usaban brazaletes y manillas de diferentes colores? ¿Quién o quiénes se los pusieron y para qué? ¿Hubo la intención de provocar un choque entre oficialistas y opositores a fin de usar a los muertos como coartada para ocupar militarmente Pando? Como se ve, recibir mucha información no necesariamente es sinónimo de estar bien informado; en manos de manipuladores, generalmente significa todo lo contrario.



Supresión. La supresión implica emitir información incompleta, recortada. Sin duda, el o los hechos recortados son aquellos que no se desea que la ciudadanía conozca. El recorte puede ser realizado de diferentes formas. Se puede recortar el grueso de los datos, por ejemplo: ¿Quiénes y cómo asesinaron a Christian Urresti, joven cochabambino masacrado (literal) por la muchedumbre bárbara, abominable crimen que hasta el día de hoy no conoce proceso alguno, abandonado a la más abyecta impunidad? El otro recurso es recortar datos cruciales, por ejemplo: con relación al escalofriante operativo en el hotel Las Américas que concluyó en el abatimiento de tres personas que supuestamente eran “terroristas-separatistas”, cabe preguntarse: ¿Por qué los abatieron si existen pruebas que demuestran que los servicios de inteligencia los había infiltrado y los tenían enteramente vigilados? Recordemos que los “terroristas-separatistas” –para cualquiera, un grupo de matones cuyas sórdidas fechorías los obligarían a vivir a la sombra- sorprendentemente estaban alojados en un hotel de cuatro estrellas, donde se hospedaban nada menos que los pilotos del propio caudillo, además de militares venezolanos; y donde se la pasaban despreocupados y retozones, en ropa interior, fotografiándose con las armas en la mano y con los billetes que costeaban sus malandanzas; por si fuera poco, en una habitación adjunta moraba un prominente funcionario de inteligencia. ¿Qué ocurrió realmente? ¿Por qué el informe oficial señala que aquellos tres personajes fueron muertos en un cruce de balas, mientras que una autopsia de peritos europeos afirma que por lo menos uno fue ejecutado con un disparo mientras estaba enmanillado y con los brazos en alto?



Adición. Adicionar implica aumentar datos inexistentes a un hecho concreto. Es uno de los recursos favoritos de los regímenes autoritarios. Por ejemplo, casi todos los opositores y los miembros de los otros poderes del Estado, han sido, son juzgados o se los amenaza con juzgarlos, sin paliativos, por una infinidad de delitos, casi todos inventados o tergiversados, pero jamás probados. Además de servir para desmontar la institucionalidad democrática y abrir el camino al poder total, vale para cohesionar a la masa -incapaz de distinguir una acción judicial con apego a derecho, de una soberana y arbitraria estupidez-, y para sumir al adversario en la más abyecta ignominia (muerte civil). De esta forma, los “acusados” son presentados como la encarnación de los “neoliberales”, de los “pichones de la dictadura”, de los “oligarcas separatistas”, etc. que han causado “hambre y sufrimiento durante 500 años al pueblo boliviano” (¿?). Así se tomó preso al prefecto del departamento de Pando y a varios de sus seguidores, así se descabezó al Tribunal Constitucional, a la Corte Suprema de Justicia, se acosa con esmero a los opositores, a empresarios, se ataca a los “jerarcas” de la Iglesia Católica, etc. Sin duda, así se embestirá a los futuros adversarios en las justas electorales de abril. Es la judicialización de la política, la criminalización del adversario llevada a su máximo grado de perversión. Al final, se trata de linchamientos mediáticos, llevados a cabo ante el aplauso y la sed de desquite de la muchedumbre boba, agradecida por el circo perpetuo.



Exageración. La idea es presentar un dato sobredimensionado, fuera de toda lógica. Por ejemplo, el gobierno aseguró el año 2008 fue víctima de un intento de golpe de Estado cívico-prefectural. Rápidamente, y debido como siempre al victimismo del incomprendido y acosado caudillo, la comunidad internacional, por ignorancia o por interés, expresó su rechazo a tan detestable afrenta, incluso se habló del peligro que corría la vida del propio caudillo –libreto al que apelan, sin excepciones, todas las aberraciones populistas-. La beligerancia de los opositores pareció comprobar tal denuncia. Sin embargo, a nadie se le ocurrió preguntar si los debilitados opositores regionales, carentes de organización política alguna, y sus hordas de enceguecidos seguidores, la mayor parte jóvenes con la piedra en la mano y la cabeza vacía –¡ahora masistas ardientes!- tenían la capacidad de fuego como para derrotar a las leales Fuerzas Armas y a la incondicional Policía Nacional, para luego hacerse del poder político. En realidad, nunca hubo –y no hay- posibilidad alguna de materializar un golpe de Estado civil contra el actual régimen.



Falsificación. La idea es falsear o corromper la información. No podemos dejar de recordar el spot gubernamental que mostraba imágenes de los hechos de Porvenir con el audio adulterado. Hasta el día de hoy, los creativos que manosearon ese spot gozan de libertad incondicional. Otro hecho significativo y fundamental para evitar que la ciudadanía conozca los desaciertos del desgobierno, es el cálculo del PIB o de la inflación, entre otros indicadores, en base a parámetros reinventados, incluso esotéricos, de manera que siempre aparecemos creciendo y progresando, aunque organismos técnicos especializados, nacionales o extranjeros, digan lo contrario. Por ejemplo, recuérdese que el INE asegura que el desempleo llega al 5.18%, mientras que otros organismos, de irreprochable reputación, informan que el porcentaje ascendería al 11%, incluso al 18%. Lo propio podría decirse de la pérdida hace tiempo anunciada del ATPDEA, hecho presentado ahora como un sorpresivo y artero “garrotazo del imperio” (como siempre, el “enemigo” para justificar los propios yerros).



Inoculación. Ésta es una técnica destinada a minimizar el ataque de los adversarios. Por ejemplo, cuando se hacía evidente la existencia de serios indicios de que el gobierno habría fraguado una sutil y depurada trampa electoral a partir de la distribución gratuita de cédulas de identidad –nada menos que en casas de campaña del partido oficial y sin que exista el respaldo del certificado de nacimiento-, voceros del Poder Ejecutivo, incluso los propios mandatarios, salieron a la palestra para denunciar que, seguramente, la “derecha neoliberal” los acusaría de haber organizado un masivo y descarado fraude. Cuando la denuncia opositora salió a la luz con pruebas en la mano, el impacto fue favorable para el gobierno, porque terminó por confirmar, entre sus huestes, las premoniciones indignadas del caudillo.



Espacios políticos. Es una técnica que por ingenua funciona muy bien. La idea es ubicarse uno mismo y ubicar al adversario en espacios políticos definidos a discreción, aunque no guarden lógica alguna. Por ejemplo, todo aquel que esté con el caudillo está por definición con el cambio, es antiimperialista y lucha junto a todos los pueblos del mundo por alcanzar la añorada liberación, por tanto está a la izquierda. Por otra parte, todo aquel que se opone al gobierno está contra el cambio, es neoliberal y pro-imperialista y defiende al salvaje capitalismo, es decir, está a la derecha. En realidad, si analizamos las erráticas ideas del régimen y sobre todo su práctica política, descubriremos que se trata de un proyecto que camina a paso veloz a la formación de una pesadilla autoritaria, de aliento reaccionario. André Malraux meditaba sobre este juego con los espacios políticos: “Curiosa época ésta, dirán de nosotros los historiadores del futuro, ya que en ella la izquierda no era la izquierda, la derecha no era la derecha, y el centro no estaba en el medio”.



Rebautizar. Es el recurso predilecto de todo impostor. La idea es aparentar que se cambian las cosas en un sentido, cuando en realidad el cambio tiene un sentido distinto. Por ejemplo, a la compra de acciones de las empresas anteriormente capitalizadas ahora se llama nacionalización -eso sí, mostrada como si se tratase de toda una expropiación, con intervención militar incluida-, cuando en realidad se trata de simples, silvestres y liberales intercambios comerciales; a la destrucción de la institucionalidad democrática, se llama descolonización y destrucción de las “instituciones neoliberales”; a un mamotreto jurídico, plagado de artículos contradictorios y antidemocráticos, se llama Constitución Política del Estado descolonizadora (¡qué ironía!); a un Congreso Nacional con presencia campesina mayoritaria (pese a que representa alrededor del 30% de la población), se denomina Asamblea Legislativa Plurinacional (barbarismo convenientemente fabricado para saciar, en apariencia, la sed de inclusión de aquellos a los que siempre se nombra y que siempre terminan más pobres y con más muertos); conciencia es ahora la expresión de sumisión emocional al caudillo, expresada en marchas, cercos, y enfrentamientos erráticos, etc., no ya el resultado del estudio y la reflexión (queda claro que la conciencia es un producto de la superación cognitiva, no de las ampollas vagabundas, ni de las soporíferas congregaciones pedestres, menos de las acciones atroces); el nacionalismo populista de orientación indígena, ahora se llama socialismo del siglo XXI, concepto que adquiere significados totalmente diferentes según los desvaríos del caudillo que lo enarbole; Chávez, Morales, Correa, Ortega y otros muestran definiciones disímiles, diferencias zurcidas gracias a la ceguera provocada en la muchedumbre que digiere todo lo que se le lanza. Alguien lo dijo: “Basta con levantar el odio ciego hacia el imperialismo, para que la masa turbada salga en romería penitente, aunque quien alza la voz sea uno de sus tantos socios comerciales”. Al final, debajo del paraguas del socialismo del siglo XXI, pueden arroparse las más dispares y pavorosas criaturas.



Diálogo. La base de la convivencia democrática, el intercambio constructivo de verdades contrapuestas, se convierte en espectáculo banal destinado al consumo masivo. La idea es fingir que se dialoga con el opositor, cuando en realidad sólo se lo usa para luego injuriarlo. Por ejemplo, sobre diferentes temas y en diferentes momentos, los opositores fueron invitados a Palacio de Gobierno, en teoría, para consensuar posturas. En todos los casos, la estéril presencia opositora, sin resultados tangibles, fue presentada, en declaraciones, fotografías y spots, como una victoria gubernamental frente a los tercos rivales. En ningún caso hubo voluntad real para dialogar, envileciéndose de esta forma uno de los principios más emblemáticos de la democracia. En manos del manipulador, el diálogo deviene en emboscada.



Si desinformar equivale a evitar que la ciudadanía conozca la verdad, ¿por qué un gobierno que anuncia el cambio, el arribo de un mundo justo y para todos, apela a este recurso indigno y perverso? Hay quien afirma, no sin aséptico desprecio por la ciudadanía, que se trata de un recurso inevitable para evitar que la ciudadanía se contamine con la prédica “neoliberal”. Sin embargo, la razón parece ser mucho más prosaica y sórdida: mísero afán de poder. Hubo alguien que fue más lejos: “Cuando al pueblo le tapan los ojos, es porque quieren registrarle los bolsillos, ni más, ni menos. El resto es sólo coartada”.



EPÍLOGO



La victoria del MAS confirma el grado de desvarío ciudadano al que hemos llegado, el espeluznante nivel de ignorancia que ostentamos, ahora con triunfalista descaro. De espaldas a toda conciencia, la mayoría de los bolivianos, en una masiva demostración de imprudente estupidez, ha optado por un grotesco y folklórico retorno al pasado, al populismo que desangró nuestras aspiraciones de desarrollo y al nacionalismo que nos empujó a vivir mirándonos el empobrecido ombligo; fundamentalismo extravagante que fomenta una democracia aparente, manejada por feligreses intolerantes e incompetentes y donde florece, sin pausas, la más crasa corrupción.



Está claro que seguir a las mayorías, las más de las veces, es la mejor receta para dar un paso hacia la barbarie, pues no existe formación alguna que respalde las decisiones del vulgo descarriado, menos en tiempos aberrantes en que los políticos asientan su poder en la estimulación de la estupidez antes que en la promoción de la conciencia.



Por otra parte, la derrota de la oposición confirma que, a su modo, los perdedores expresan el mismo fenómeno: la agonía del pasado, caudillos propietarios algunos, deseos de moldear el país según “su” visión, “sus” intereses y “su” dinero; otros, aspirantes a autócratas de bolsillo, pequeños príncipes de comarca, deseosos de un lugar en la mesa del poder. Ninguno con un proyecto político serio que permita superar el oprobio de vivir en la miseria y ahora en las tinieblas. Unos y otros sin más promesa que su rostro en el afiche. En fin, populismo incivil.



En los meses electorales que asoman, observaremos azorados la profundización de esta agonía, pues la ausencia de programas alternativos al oscurantismo dará vida a un enjambre de nuevos salvadores, a favor y en contra de lo que sea, todos con la promesa a flor de labios y el apetito despuntando en la sonrisa maquillada. En todo caso, la manipulación será la misma, el ciudadano haciendo siempre el papel de borrego cebado, listo para votar, marchar, matar o morir.



Asimismo, si bien se avanza para acabar con los últimos “enemigos del cambio” –políticos, empresariales y locales-, tal medida, si logra cumplirse, podría inaugurar un inevitable proceso de debilitamiento del apoyo popular, debido a que la excitación de la muchedumbre se asienta en la maniquea polarización, traducida en la búsqueda frenética del ominoso enemigo. Por esta razón, y ante la ausencia de enemigos externos y la necesidad de mantener a la masa lejos de la realidad, al oscurantismo se obligará a buscar e inventar conspiradores internos. De esta forma, es posible prever que el oprobio comenzará a ser devorado desde adentro, lenta e inevitablemente, por ambiciones tenebrosas y luchas lóbregas, cuyo destino inevitable podría ser una implosión de consecuencia insospechadas. No es nuevo, tarda un poco, pero los regímenes arbitrarios terminan siempre a merced de sus propias perversidades. Además, la historia enseña que, luego que las pugnas intestinas paralizan el afán manipulador, la masa manoseada reacciona con ímpetu, acaso con violencia –siempre irracional-, contra quienes prometieron el cielo y no lo supieron alcanzar. Así, se hace urgente forjar alternativas democráticas –¡no candidaturas!-, a fin de evitar que, cuando la masa despierte de esta pesadilla, se lance a los brazos de nuevos ilusionistas de feria.



No cabe duda que la situación actual puede provocarnos espanto, incluso náusea. Sin embargo, es bueno recordar que el antídoto contra esta degradación es volver a los principios y organizarnos en torno a ellos: pluralismo, tolerancia, paz... No perdamos de vista que en las sociedades asoladas por la ignominia, la libertad encuentra un camino para subsistir y éste siempre tiene como faro la educación y la organización democrática. No olvidemos que, cuando se piensa, terminan los soliloquios, se hacen patentes las aspiraciones indigentes del manipulador, se mira el presente y el futuro con entusiasmo y, sobre todo, nos dejamos de entrematar en aras de la más despreciable estupidez.



La clave para enfrentar esta pesadilla de temporada, es fomentar la educación y organización política de la ciudadanía, básicamente desde las regiones (en cada circunscripción), pero con sentido nacional. Programas, organizaciones partidarias y líderes, en ese orden. De otra forma, se reproducirá el mal endémico de apostar nuestro futuro a los devaneos de autócratas, bárbaros o ilustrados, siempre con el ego en la mirada, la moral tuerta y la promesa de mejores días que sólo llegan para ellos. No nos engañemos, la respuesta no está en ningún benefactor, menos en un coro de iluminados, agrupados de mala gana en algún frente electoral de ambiciones alternantes, sino en estructuras partidarias principistas –de derecha, centro y de izquierda-, de existencia permanente, que den vida a militantes conscientes –ya no peones erráticos- y a una democracia sólida y sostenible.



El pilar no puede ser otro que proyectos políticos de largo aliento, adecuados a los tiempos actuales –mundo global, conocimiento y tecnología, democracia y mercado, partidos políticos, Estado vigilante, pluralidad e inclusión, autonomías, etc.-, lejos de los estertores populistas, de visión miope, arrogancia sibilina y democracia ficticia. Por ello, la tarea es a largo plazo.



Así, están demás la indiferencia y la pereza, pues no sólo que demuestran ignorancia sobre nuestra corresponsabilidad, sino que favorecen a los atropellos de los robustos retoños de la autocracia, que avanzan decididos, arrogantes y aberrantes, por América Latina. Martin Luther King lo decía mejor: “Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”.



Está claro que vivimos una pesadilla inevitable, incluso necesaria, cuya expiración nos permitirá mirarnos sin complejos y sin odios pre-fabricados, sin el atropello de los discursos de artificio. Sí, es necesario pasar por el mar muerto para llegar a la tierra prometida; no a ningún paraíso –no nos confundamos-, a la realidad, contradictoria y desafiante, a la que deberemos labrar desde diferentes perspectivas y visiones -¡democracia!-, lejos de toda imposición oscura, porque dejaremos de ser un rebaño de cómplices de la estupidez alucinada, para pasar a ser, de una vez, una República de Ciudadanos.













EN MEMORIA DE CHRISTIAN URRESTI,

MASACRADO EN LA CIUDAD DE COCHABAMBA

POR LA BARBARIE SUELTA POR LAS CALLES

sábado, 20 de marzo de 2010

Por Leopoldo Fernández y los presos políticos de la dictadura narco-comunista de evo katari ayma







Por el pájaro enjaulado.
Por el pez en la pecera.
Por mi amigo, que está preso
porque ha dicho lo que piensa.
Por las flores arrancadas.
Por la hierba pisoteada.
Por los árboles podados.
Por los cuerpos torturados
yo te nombro, Libertad.

Por los dientes apretados.
Por la rabia contenida.
Por el nudo en la garganta.
Por las bocas que no cantan.
Por el beso clandestino.
Por el verso censurado.
Por el joven exilado.
Por los nombres prohibidos
yo te nombro, Liberdad.

Te nombro en nombre de todos
por tu nombre verdadero.
Te nombro y cuando oscurece,
cuando nadie me ve,
escribo tu nombre
en las paredes de mi ciudad.
Escribo tu nombre
en las paredes de mi ciudad.
Tu nombre verdadero,
tu nombre y otros nombres
que no nombro por temor.

Por la idea perseguida.
Por los golpes recibidos.
Por aquel que no resiste.
Por aquellos que se esconden.
Por el miedo que te tienen.
Por tus pasos que vigilan.
Por la forma en que te atacan.
Por los hijos que te matan
yo te nombro, Liberdad.

Por las tierras invadidas.
Por los pueblos conquistados.
Por la gente sometida.
Por los hombres explotados.
Por los muertos en la hoguera.
Por el justo ajusticiado.
Por el héroe asesinado.
Por los fuegos apagados
yo te nombro, Liberdad.

Te nombro en nombre de todos
por tu nombre verdadero.
Te nombro y cuando oscurece,
cuando nadie me ve,
escribo tu nombre
en las paredes de mi ciudad.
Escribo tu nombre
en las paredes de mi ciudad.
Tu nombre verdadero,
tu nombre y otros nombres
que no nombro por temor.
Yo te nombro, Libertad.

Cómo preparar un OJOS VERDES

Llega la primavera y nada más apropiado que un OJOS VERDES como verdes son los ojos de Polina.




¿Qué necesitas?

- Jugo de Naranja.
- Vodka.
- Limón.
- Curacao.

¿Cómo se hace?

En un vaso alto con hielo vierta directamente 1 1/2oz Vodka, 1/2oz Azul de Curazao y 3oz Jugo de Naranja. Decore con 1/6 de Limón exprimido. Remueva y disfrute. Sirva con pitillo.

viernes, 19 de marzo de 2010

Viejo mi querido viejo - Piero


A mi papá que con su ejemplo de hombre trabajador me enseñó a ser un hombre de bien, sé que nunca podré decirle y agradecerle cuánto le quiero porque las palabras no alcanzan pero lo intentaré un día si y otro también. Felicidades Papá Angel.



sábado, 13 de marzo de 2010

CAIPIRINHA CON MERCEDES

Hablar del impresentable ese del evo katari deja un mal sabor de boca y peor dolor ojos el ver su simiesco rostro. Así que nada mejor que un traguito de caipirinha y la bella Mercedes para olvidar a ese individuo.






1º) Precisamos de limones verdes (son verdes, pequeños y muy concentrados), azúcar, hielo y cachaça o vodka.
2º) Necesitamos un mortero (para pisar el limón junto con el azúcar) y una cocktelera, para agitar todos los ítems.
*Para preparar el trago o "la caipirinha", colocamos en un vaso de whisky (de esos bajos y anchos) o bien de trago largo (de esos altos y magros), 4 o 6 rodajas de limón (normalmente estos limones-verdes, se cortan en 4 partes, o sea, que lleva 1 limón o 1 limón y médio). Luego comenzamos a pisar los limones con el palo del mortero contra el fondo del vaso, colocamos 3 cucharadas soperas de azúcar, seguimos pisando los ingredientes hasta formar un tipo de melaza, para mejor sabor, se colocan primero 4 rodajas de limón se pisa, luego las otras 2 rodajas junto con el azúcar y se sigue pisando. Una vez formada la melaza, se coloca todo dentro de la cocktelera y se le agrega hielo molido, mucho hielo y por último la cachaça o el vodka. Si tenemos "cachaça" que le da el toque brasilero (aguardiente de brasil), de preferencia "Cachaça 51"...es como el Fernet Branca para el Fernet con Coca, es especial...sino el trago sale distinto...o no ???
*Agitamos durante 30 o 45 segundos la cocktelera y servimos el trago.
Queda "muito shick" (o muy cheto), colocarle una rodajita de limón al borde de la copa con una sombrillita y una "pajita" o sorvete de esas gruesas que se doblan en la punta.

en cuba no falta nada


Con ritmo caribeño para ahogar la bronca de ser gobernados por unos mentirosos que convierten a Cuba en hazmerreír del mundo libre.

EVO KATARI AYMA HUMILLA AL EJÉRCITO DE BOLIVIA

Po si no bastaba con obligarles a gritar "Patria o Muerte" ahora obligará a los militares bolivianos a llevar el trapo servilleta llamado whipala en el brazo.
Eso es lo que pasa por ceder primero la mano ahora el dictador uru-aymara quiere el brazo y el resto.






Los "cascos azules" bolivianos distinguidos a su retorno de Haití. Ellos todavía gritaron "Subordinación y constancia", ayer. - La Prensa Los Tiempos


La Paz | La Prensa

El presidente Evo Morales, en su condición de Capitán General de las Fuerzas Armadas, ordenó ayer que se incluya la wiphala bordada en el brazo izquierdo del uniforme militar y cambiar los lemas y arengas castrenses el grito de “Patria o muerte, venceremos”.



La bandera aymara, incorporada en la Constitución Política del Estado (CPE) como uno de los símbolos patrios, será la enseña de guerra de las Fuerzas Armadas, de acuerdo con la instrucción del Jefe de Estado.



El martes, en un desayuno trabajo, el comandante accidental del Ejército, Antonio Cueto, anunció que el lema socialista “Patria o muerte” y la wiphala se sumarán a las prácticas habituales de los uniformados.



Este hecho desató una polémica entre los ex comandantes Alvin Anaya y Freddy Bersatti, así como el rechazo de otros oficiales de alto rango, que criticaron la sugerencia.



El artículo sexto de la nueva Constitución establece que "los símbolos del Estado son la bandera tricolor, rojo, amarillo y verde, el Himno Nacional boliviano; el escudo de armas; la wiphala; la escarapela; la flor de la kantuta y la flor del patujú", a los que, según Cueto, las Fuerzas Armadas rendirán los homenajes de rigor.



Morales anunció que el uso de la insignia bordada de la wiphala será progresivamente empleado en el uniforme militar de algunos regimientos, aunque no especificó cuáles.



El 1 de marzo, Morales sugirió a los militares el nuevo lema, pero el jueves, en conferencia de prensa, el ministro de Defensa, Rubén Saavedra, dijo que se trata de una orden que sería impartida por escrito por el Comando en Jefe y debe ser acatada en forma obligatoria.



Uno de los más firmes críticos a la iniciativa, el senador opositor y ex comandante del Ejército, Marcelo Antezana Ruiz, calificó de “llunk’us” (adulones) a los miembros del Alto Mando Militar por aceptar sin objetar el cambio del lema “Subordinación y constancia” por el de “Patria o muerte”.



Un integrante del Alto Mando dijo que el lema de “Subordinación y constancia”, significa que las Fuerzas Armadas se subordinan a la ley y al estado de derecho y la constancia es el factor que permitirá alcanzar el gran objetivo nacional, que es la recuperación del mar.


Lema aún no estrenado



El nuevo lema no fue estrenado ayer en el acto de licenciamiento a los integrantes de la División Blindada Bolivia 5-Haití, que concluyó hace una semana su misión de paz en esa nación caribeña y fue relevada por otro contingente de efectivos bolivianos.




Los cascos azules forman una fuerza militar de paz de la ONU. Los uniformados, ante el saludo de “Subordinación y constancia”, respondieron “Viva Bolivia hacia el mar”. Los 205 efectivos del grupo, desmovilizado ayer, fueron condecorados en un emotivo acto que tuvo lugar en el Patio de Honor del Gran Cuartel.




Después de la imposición de la Medalla Gran Mariscal Santa Cruz, la máxima distinción que confiere el Ministerio de Defensa, el comandante de esa División, teniente coronel Henry Laredo, dijo que el grupo desarrolló sus actividades “con bases sólidas de disciplina, profesionalismo, voluntad, espíritu de cuerpo, honestidad, confianza, seguridad y, sobre todo, patriotismo, llegando a poner en riesgo las propias vidas para cumplir nuestro deber, con la más alta eficacia”.

LOS MILITARES DE EVO KATARI AYMA AVERGÜENZAN EL UNIFORME QUE VISTEN




COMO EN CUBA Y VENEZUELA

Los militares también gritarán "Patria o muerte"
Por Agencias - Agencia - 10/03/2010 LOS TIEMPOS

Las Fuerzas Armadas adoptarán el lema “Patria o muerte… venceremos”, utilizado por las tropas cubanas desde la Revolución de 1959, adoptado en Venezuela por disposición de su presidente Hugo Chávez y propuesto a fines de febrero pasado por el mandatario boliviano Evo Morales.



La información de la aceptación la dio el comandante General accidental del Ejército, Antonio Cueto Calderón, quien expresó su respaldo al proceso de cambio que lleva adelante el Jefe de Estado.



Cueto dijo que no se trata de dejar de lado el viejo lema de “Subordinación y constancia… viva Bolivia hacia el mar”, sino de incorporar la nueva propuesta del Presidente.



"Nosotros, como dice la Constitución, tenemos un Capitán General de las Fuerzas Armadas y tenemos que seguir el mandato de nuestro Capitán General de las Fuerzas Armadas", dijo el general, en la presentación del programa del Bicentenario del Ejército, que se celebrará el 14 de noviembre próximo.



El jefe militar anunció que los cambios en el Ejército se realizarán, mediante diversas consultas al pueblo y una serie de reuniones y talleres para conocer de manera directa el criterio del soberano a propósito de las transformaciones que se encararán en adelante.



"Hay algunos cambios que son de forma, como el uniforme. Esto lo haremos a requerimiento del Estado, además que va a ser fruto de seminarios y fruto de un consenso nacional el cambiar nuestro uniforme", dijo Cueto, en referencia a la propuesta que hizo el ex ministro de Defensa, Walker san Miguel, de contar con un uniforme que refleje la identidad y dignidad del Estado Plurinacional.



El comandante del Ejército confirmó, también, que esta fuerza rendirá homenaje a la "wiphala", bandera de los movimientos campesinos del altiplano por tener rango de símbolo patrio en la nueva Constitución Política del Estado (CPE), al igual que a la flor del "patujú" y la tricolor nacional.



"Lo fundamental es que nosotros ya hemos cambiado hace tiempo y que nosotros somos la institución más representativa del Estado Plurinacional, estamos con el cambio", sostuvo el jefe militar, criterio que causó malestar entre generales y coroneles del servicio pasivo.



Evo Morales sugirió a fines de febrero pasado que las Fuerzas Armadas cambie su lema de "Subordinación y Constancia" por el de "patria o muerte, venceremos". Para el Jefe de Estado, antes los dirigentes sindicales eran los enemigos de la patria. "No sólo los sindicalistas podemos gritar patria o muerte, sino las Fuerzas Armadas", dijo.


Fidel, Chávez y Evo



El lema Patria o muerte Venceremos nació un 5 de marzo de 1960, cuando Fidel Castro, en un discurso ante una tumba de soldados y obreros muertos el día anterior en un enfrentamiento con tropas estadounidenses, dijo que no existía otra alternativa que la patria libre o la muerte. Al final del discurso gritó “Patria o muerte”. Mientras que la multitud gritaba “Venceremos”.




El lema fue adoptado posteriormente por Hugo Chávez para las tropas venezolanas conforme a la simpatía política e ideológica entre ambos gobiernos. Ahora lo propone Evo Morales para las tropas bolivianas.




El lema actual, “Subordinación y Constancia”, en tanto, fue impuesto por el alemán Hans Kunt, en 1933, cuando condujo las tropas bolivianas en la Guerra del Chaco.

Himno del Satinador

La Patria (con banda)

Jinetes en el Cielo

Fuerzas de Paz

Comandante Cóndor Escóbar

La Bomba de Incendio

3 de Febrero

El Cóndor pasa, Música Miitar de Bolivia

IR A LA PÁGINA PRINCIPAL