Guardias de frontera de Alemania Oriental impiden la fuga de un joven.
Las fracturas del régimen comunista alemán —la República Democrática de Alemania, satélite de Moscú— siguen a la vista de todos, 22 años después de la caída del Muro. La arrogancia del líder Erich Honecker y otros hombres fuertes del régimen, desesperados porque se derrumbaba su mundo, puede leerse en más de 150 documentos oficiales, escritos a máquina por sus secretarios, que fueron desclasificados de los archivos del Ministerio de Seguridad, la temida Stasi, y publicados ahora por primera vez.
"No podemos permitir que cunda el pánico. Hay que analizar la situación objetivamente. El Partido debe luchar", afirmaba el coronel Mittig, del servicio secreto, en una reunión de la cúpula del Ministerio de Seguridad de la RDA en octubre de 1989.
Se buscaba detener la crisis o incluso cambiar el aparato comunista desde dentro. El 30 de octubre del 89, apenas diez días antes de que miles de personas desbordaran los pasos de frontera entre Berlín Oriental y Occidental, el jefe de la Stasi, el general Erich Mielke, presentaba un paquete de "medidas para detener a los movimientos antisocialistas". Si no —advertía— "habrá que pensar en el estado de excepción".
El 2 de noviembre Mielke envía una circular: "La situación es muy grave. Es importante que no se dejen provocar ni inquietar por las constantes calumnias, las ofensas o incluso las amenazas violentas. Debemos estar unidos. Todos deben poder confiar en todos". Y concluye: "Tengo plena confianza en que en estos momentos de prueba mantendrán con fervor el compromiso con nuestro Partido, con el poder obrero y campesino y con nuestro Ministerio de Seguridad".
Pero las protestas en Berlín, Leipzig, Dresde y otras ciudades de la RDA eran cada vez más numerosas. "Llevaban cientos de pancartas que atacaban los principios básicos y cuestionaban el orden social y estatal socialista", comentaba un informe de la Stasi fechado el 4 de noviembre del 89. Y constataba intentos de provocación por parte de "grupos de skinheads a los que se impidió participar en la manifestación".
El régimen se desangraba. El mismo 4 de noviembre se volvió a abrir la frontera con Checoslovaquia, y miles de ciudadanos de la RDA aprovecharon para huir a Alemania Occidental.
"El 6 de noviembre hubo un mayor número de manifestantes en todos los distritos de la RDA con una creciente agresividad y exigencias que cada vez cuestionan más el liderazgo del Partido y a sus representantes en todos los niveles, así como de los órganos de seguridad y protección, en especial el Ministerio de Seguridad.", dice Mielke en una carta que envió al secretario general del Partido Comunista, Egon Krenz, ese mismo día de 1989.
Torre de vigilancia de una carcel de la Stasi
Al día siguiente, el Consejo de Ministros de la RDA renunciaba. Asumió su jefatura Hans Modrow, considerado independiente y partidario de la perestroika alentada desde la Unión Soviética por Mijail Gorbachov.
El 9 de noviembre a la mañana, cuatro funcionarios de la Stasi y del Ministerio del Interior debatieron un borrador de la nueva ley de viajes. El Consejo de Ministros y el politburó aprobaron el texto el mismo día, sin pensar en su verdadera trascendencia, preocupados como estaban por las rencillas internas.
Celda de un detenido por la Stasi
Günter Schabowski, un miembro del politburó sin especial brillo, lo anunció, en el centro de prensa, en una conferencia de rutina. Eran las 7 de la tarde. El corresponsal de la agencia italiana ANSA hizo la pregunta que cambió la historia. "¿Cuándo entra en vigor la medida?". Schabowski, que se confundió de papel y leyó una gacetilla de prensa preparada para el día siguiente, 10 de noviembre, respondió: "Inmediatamente".
Por eso, los gendarmes de frontera no estaban informados ni sabían qué hacer. La "nota" de Schabowski destacaba que hacía falta sacar una visa, pero dejaba en claro que se podía pasar por cualquiera de los puntos limítrofes con el otro Berlín prácticamente sin condiciones.
Para torturar a los detenidos
Lo importante era que "el Muro estaba abierto", noticia que a las pocas horas pasó a ser: "Cayó el Muro de Berlín".
Pese al caos y la anarquía, la Stasi no dejó de trabajar. Archivó un informe sobre la noche del 9 de noviembre, cuando toda Berlín se lanza a los puestos de frontera a festejar y a emborracharse. Los soldados de la inteligencia interior intentaban dar la impresión de que los acontecimientos siguieron el curso deseado por la cúpula del régimen.
"Un creciente flujo de ciudadanos de la RDA" exigieron pasar a Berlín Occidental, constataba el documento fechado el 10-11-1989. "Insistían en permanecer en los puestos de frontera hasta que se les diera permiso. Y cerca de las 23.30, siguiendo las indicaciones centrales, se comenzó a despachar a las personas", destacaba el texto, que contabilizaba con exactitud, como si nada, la avalancha. "Hasta las 4 de la mañana del día de hoy viajaron un total de aproximadamente 68.000 ciudadanos de la RDA a pie o con unos 9.700 automóviles a Berlín Occidental. Pese a la complicada situación surgida no se produjeron incidentes ni provocaciones, e incluso hubo algunas muestras de simpatía a las fuerzas uniformadas", agrega.
Celdas de la Stasi
El sistema se desmoronaba pero dentro de la Stasi se intentó mantener a raya los ajustes de cuentas y la rebeldía interna, como indica la transcripción del encuentro de la comisión de control del Partido (órgano encargado de imponer la disciplina partidaria), el 13 de noviembre del 89.
"Los compañeros se sienten engañados y traicionados por el Partido. Exigen honestidad", afirmaba el "compañero" Raabe. "Durante años, el gobierno y la dirección del Partido nos mintió y mintió al pueblo. (...) Nos disciplinaron, ordenándonos desde qué traje ponernos, qué corte de pelo llevar o en qué barrio vivir", decía el "compañero" Sprotte. "Ahora tenemos que hacer un socialismo honesto y sensato, que esté junto a la gente", concluía.
Represión de la Stasi
Pero esa posibilidad no llegó, y ni siquiera hubo tiempo de destruir los documentos acumulados en casi cuarenta años de espionaje. Recién ahora salen a la luz permitiendo conocer los secretos de aquel proceso desde la perspectiva de la Alemania comunista.
Araceli Viceconte. BERLIN CORRESPONSAL
http://edant.clarin.com/diario/2004/11/09/elmundo/i-02501.htm