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sábado, 26 de diciembre de 2009

Masacre de Ayo Ayo y Terebinto Es un deber odiar a evo y sus indios







LAS MASACRES DE AYO AYO, MOHOSA Y TEREBINTO

Un poquito de historia. Durante la Guerra Federal, una facción con heridos del Ejército Constitucional se refugió en Ayo Ayo. Los heridos fueron dejados en el templo.
Todo estaba tranquilo. De repente aparecieron los indios originarios de Zárate Willka. Estimulados por el consuetudinario odio al corazón, la coca y el alcohol, convirtieron el pueblo en una hoguera.
Unos ‘alfonsistas’ que se habían refugiado en el templo fueron arrastrados por la turba hedionda de coca y chicha hasta la plaza. Allí los tendieron sobre las piedras, como un antiguo sacrificio humano. Les cortaron la lengua y las orejas, les arrancaron los ojos y les mutilaron hasta la muerte.
Luego volvieron al templo. El cura Fernández de Córdoba salió al atrio con un crucifijo en alto. Los aimaras alzaron al cura hasta la plaza, le cortaron el pecho, le arrancaron el corazón y se lo comieron. Los curas José Rodríguez y José Gomes fueron también asesinados.
Durante la misma guerra, los federalistas enviaron al escuadrón Pando en una expedición a Cochabamba. Al pasar por la población de Mohosa, se produjo una pelea con el corregidor del lugar y la autoridad fue azotada en la plaza pública.
Al día siguiente fueron invitados los soldados a comer con los indígenas. Se les pidió dejar sus armas como señal de paz y confraternización. Ya en la noche, en el templo de la localidad, 120 hombres desarmados fueron brutalmente asesinados. Es necesario destacar que los indios originarios masacraron en Ayo Ayo a sus enemigos y en Mohosa a sus amigos.
La masacre de Terebinto fue uno de los vejámenes que se cometió contra el pueblo cruceño durante las luchas del 11%. Fue realizada por tropas de milicianos mineros e ‘indios originarios’ de Ucureña, con la protección del‘glorioso’ Ejército Nacional compuesto en su mayor parte por tropas aymaras.
Después de entrar con ráfagas de ametralladora a la ciudad, tomaron por asalto la propiedad Montenegrina. Fueron allí anoticiados de la presencia de presuntos revolucionarios, en una propiedad cerca de Terebinto. Días después lanzó contra ellos una horda de 150 caníbales originarios, al mando de Jorge Solís, con las instrucciones de “no traer prisioneros”. Durante el trayecto fueron exacerbando su tradicional odio bebiendo chicha y masticando coca.
Al llegar a la propiedad asesinaron salvajemente a Romer Mercado, Felipe Castro y Miguel Callaú. José Cuéllar logró huir, pero fue alcanzado por disparos y luego le vaciaron las vísceras a machetazos hasta la muerte. Gabriel Candia, Alberto Mercado y Justo Jiménez fueron maniatados y llevados por delante de la turba de retorno a su base.
Después de andar algunos kilómetros se detuvieron para repartirse el botín obtenido en la propiedad, situación que fue aprovechada por Mercado y Jiménez para huir al monte. Candia no pudo hacer lo mismo; el destino le tenía preparada una muerte digna de los originarios. Al pasar por la Posa de la Liras le rayaron con machetes la planta de los pies, le arrancaron los ojos, le cortaron la lengua y lo ultimaron.
Estas tres espeluznantes masacres realizadas por los indios, junto con los execrables genocidios y etnocidios precolombinos de los originarios, muestran que no hay inmaculados en esta viña del Señor. Así como los originarios tienen cosas que perdonar a la historia, la historia también tiene cosas que perdonar a los originarios.

Jimmy Ortiz Saucedo
jimiortiz@cotas.com.bo

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