Hace ya más de una semana, durante la apertura del año electoral, Evo lanzó una frase muy contundente.
“Las mujeres me deben mucho; ¿cómo me pagarán?, no lo sé”, dijo, al referirse a la importante participación femenina en instancias gubernamentales. No fue un exabrupto aislado, pues ya son muchas las ocasiones en las que a través de sus palabras el Presidente ha dejado entrever un desdén sistemático por la dignidad femenina y la sobrevaloración de su papel de proveedor de dones y bienes.
“Cuidado con el Evo Cumple. Eso dicen las mujeres… y se quedan embarazadas”, dijo, por ejemplo, hace algún tiempo, entre sonoras risotadas ante muchas de sus seguidoras.
Ha pasado una semana y la respuesta que pedía Morales sigue haciéndose esperar. Las decenas de organizaciones sociales y no gubernamentales que respaldan al régimen en nombre de los derechos de las mujeres han optado por un cauteloso silencio. Ni han dicho cómo piensan pagarle ni se han negado a reconocer la deuda. Se diría que tácitamente han aceptado la idea según la que la participación femenina en la actividad económica, política y social es atribuible a la generosidad de un muy masculino caudillo distribuidor de dádivas, premios y castigos y no a la acumulación de décadas de lucha de varias generaciones de mujeres.
Es verdad que no han faltado voces de protesta que indignadas ante la afrenta han salido por los fueros de la dignidad femenina. Pero han sido pocas y aisladas voces opacadas por el ensordecedor silencio de importantes instituciones y organizaciones femeninas cuyas reiteradas concesiones al machista discurso presidencial hacen extrañar otros tiempos.
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